Ainoa Ripoll falleció la semana pasada. Tenía 22 años. Formaba parte de la directiva de la Agrupació de Penyes y veía los partidos desde Gol Norte Bajo. La puerta de acceso a su grada se llenó en la previa de silencio y de velas. Ainoa pensaba que el fútbol es algo más que un deporte, algo más que un juego. Ainoa pensaba que el fútbol era eso pero era más: una herramienta con la que construir una mejor sociedad. Anoche, en su recuerdo y tras la portería se extendió una pancarta: «Un estel albinegre brilla al cel. Seguirem el teu destell». No sabemos muy bien qué seguía Colomer al filo del último minuto en un balón imposible que se perdía por la línea de fondo. La fe no mueve montañas, pero tiene sus puntos, tiene sus gracias. Cristian Herrera, la figura del ataque, apenas podía correr con una torcedura en el tobillo. A Javi Serra, el extremo más fiable, no le salía una y sufría de calambres. Todas las señales invitaban a la rendición, pero la fe no atiende a razones, ya se sabe. El defensa cubría la pelota con un kilómetro de ventaja, pero Colomer ganó un córner de donde no había nada. Juanjo sacó ese córner, la defensa despejó y la continuación de la segunda jugada llegó hasta Abraham, que ejercía de cierre. Abraham templó el balón desesperado hacia el área, Rubio lo prolongó lo justo y cayó a los pies de Cubillas, el delantero centro. Cubillas controló, se giró y los ojos de Castalia se clavaron en su nuca; él clavó el remate en la red con precisión cirujana. El Castellón ganó al Eldense en el último minuto. Sufriendo. Sufriendo mucho, pero sintiéndose fuerte. Sigue colíder.

La Liga es la Liga porque no admite comparación. La Liga tiene tanto mérito porque le da la vuelta al calendario. Hay que ganar en casa y fuera, en campos grandes, medianos y pequeños, en el césped natural y en la moqueta sintética. Hay que manejar la escasez de efectivos y la abundancia de jugadores. Hay que controlar todas las emociones. Las de la excitación inicial en agosto, la novedosa vuelta al cole. Las del otoño irregular, siempre lejos de lo definitivo. Las del invierno que cruje y exige llenar de puntos el granero. Y las de la primavera y la emoción propia del fin del margen del error. Hay que ganar por la mañana, por la tarde y por la noche. Hay que ganar los domingos y entre semana. Hay que ganar también el partido que ayer ganó el Castellón al Eldense: un rival directo que no lo parece, un frío húmedo y profundo, un campo de barro y un árbitro que te saca de quicio. Hay que ganarlo todo, ese el drama, y el Castellón de Escobar está asumiendo las consecuencias.

Con polémica

Al Castellón se le puso el partido pronto de cara. En el minuto 11, Cristian Herrera embocó a gol un tuya-mía con Iván Sales en una contra. El Eldense reclamó en el arranque de la acción del gol una falta de Ximo Forner a Toni Vela. El árbitro avanzó en el partido con esa carga de remordimiento.

El juego transcurrió con pocos sobresaltos. El Eldense quiso mandar desde la posesión y al Castellón no le importó demasiado. Cuando hubo de construir, el equipo de Escobar se atascó. Tampoco fluyó el conjunto visitante, pese al atrevimiento. Jornet cabeceó fuera, pasada la media hora, una rosca de Solano. El partido se animó en la ida y la vuelta. El Castellón replicó pronto: centro de Rubio, remate de Cubillas y parada de Chema. Corrió el turno para el Eldense: pérdida de Ferreres, tiro de Vela y desvío de Zagalá a la esquina. Y doble del Castellón: gol anulado a Cubillas por fuera de juego en una falta lateral, y caída al límite de Serra al regatear al portero. El árbitro se lo pensó: al final ni penalti ni amarilla por tirarse. La polémica culminó en el descuento. El árbitro dio un minuto de añadido. Kike Torrent empató de cabeza al rematar un córner cuando pasaban quince segundos.

Con la grada encabritada, el segundo tiempo prometía ruidera, pero en el césped no fue para tanto. Escobar añadió a Marenyà al centro del campo y recuperó la pelota. El dominio apenas exprimía un goteo de llegadas que ni siquiera se convertían en ocasiones. La imprecisión frustraba al Castellón, algo atropellado, falto de lucidez en los metros finales. El empate parecía la consecuencia lógica, pero la lógica saltó por los aires cuando el balón le cayó a Cubillas, y Cubillas tuvo la satisfacción de hacer saber a la afición que ´ja el dia és arribat, de la nostra Magdalena´.