Lo que se esperaba y muchos no querían se cumplió ayer en el acto central de la Magdalena 2018. El anuncio de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) respecto a que la lluvia haría acto de presencia a partir del mediodía se convirtió en realidad, aunque no por ello deslució la Romeria de les Canyes. Los castellonenses, ciertamente acostumbrados a las inclemencias atmosféricas durante las fiestas -la agradable temperatura de 2017 fue la excepción a la norma-, no se amilanaron y participaron masivamente para rendir tributo a los orígenes de la ciudad.

Y es que no se trataba solo de cumplir con la tradición de llegar hasta el santuario. La ocasión era especial por la posibilidad de visitar el rehabilitado Castell Vell, cuyo lavado de cara da más valor a uno de los parajes más emblemáticos e importantes para los castellonenses.

La jornada arrancó al amanecer, a las 6.30 horas, con el volteo de la campana Vicent. La llamada solemne dio paso, a las 7.00 horas, a las dianas de la Colla de Dolçainers i Tabaleters de Castelló en la plaza Mayor.A continuación, la gran despertà en la calle Santa María Molás y la plaza de la Panderola, en el Grau, con el disparo de 74 carcasas a cargo de la pirotécnica Peñarroja (el número de ediciones de la fiestas patronales), abrió el reparto de las miles de cañas y cintas a los romeros.

La posterior misa de los peregrinos en la Concatedral de Santa María supuso el punto de partida hacia el ermitorio. Al igual que ocurriera el año pasado, la comitiva eclesiástica dio una vuelta a la fuente de la plaza Mayor para, así, incorporar a la representación política, encabezada por el president de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, acompañado por la alcaldesa de Castelló, Amparo Marco, entre otros muchos.«Hoy (por ayer para el lector) es un día emocionante para todos. La Magdalena de este año es única y es, por tanto, la que debemos vivir con toda la pasión y toda la intensidad, y yo estoy feliz de estar aquí con la alcaldesa y poder representar a todos los valencianos que queremos felicitar al conjunto de los castellonenses y darles un abrazo para que vivan con la mayor intensidad posible esta fiesta de la convivencia, de la calle y de la alegría», declaró Puig antes de emprender la marcha hacia la Magdalena.

El séquito oficial estuvo presidido por las reinas, Carla Bernat y Lucía Burguete, escoltadas por las autoridades locales, provinciales y autonómicas. Así, además de los citados Puig y Marco, no faltaron el presidente de la diputación, Javier Moliner; y la presidenta regional del Partido Popular, Isabel Bonig.

La comitiva partió sobre las 8.30 horas y, tras ella, miles de peregrinos pusieron rumbo hacia el Castell Vell, el lugar de asentamiento de los antepasados de la ciudad, que en 1251 descendieron hasta La Plana por el privilegio otorgado por el rey Jaume I.

El almuerzo

Siguiendo la tradición, el peregrinaje discurrió a través del Camís dels Molins que enlazó con el Caminàs y con Sant Roc de Canet, donde se realizó la primera parada. Los romeros recuperaron fuerzas con el típico bocadillo de tortilla con habas, sin faltar las longanizas secas, los altramuces, los cacahuetes, el ximo y la figa albardá. Todo ello bien regado con mistela y vino tinto, que revitalizaron a los peregrinos para advertir en el horizonte la ermita.

Desgraciadamente, justo en ese preciso momento, el cielo amenazante comenzó a descargar lluvia, de manera que los paraguas restaron protagonismo a las cañas. Otros prefirieron protegerse con el chubasquero. También los hubo que, siendo menos previsores, improvisaron con bolsas de plástico en la cabeza para evitar que el agua les empapara.

Lo cierto es que la lluvia provocó cierto caos en la Magdalena. Mientras la comitiva cumplía con el guión establecido, cientos de romeros decidieron acortar el camino para directamente enfilar los autobuses y la estación de tren. La repentina aglomeración de gente afectó a la coordinación del transporte público y se vivieron instantes de tensión.

Para los que desafiaron a la lluvia, la recompensa hasta el santuario valió realmente la pena. No únicamente por el hecho de tocar la campana, sino también por descubrir el inmejorable aspecto del Castell Vell, más majestuoso que nunca.Una vez en la Magdalena, familias y grupos de amigos sacaron sus fiambreras para degustar la comida portada en sus mochilas y preparada algunas horas antes. La presencia de la comitiva oficial fue anunciada con un remate terreste, que precedió la solemne misa en el santuario. A pesar de la lluvia, y teniendo en cuenta que las previsiones de la tarde descartaban más agua, el séquito escenificó la fundación de Castelló con la Tornà.