Corría el año 1958. España sufría los reveses de la postguerra y los problemas con las colonias de África iban en aumento. Los españoles bailaban al ritmo de Conchita Bautista y José Luis y su Guitarra y, entre tantas historias, en un pequeño pueblo valenciano Asunción Aparicio perdía su virginidad a los 22 años. El brillo en sus ojos aparece cuando lo recuerda: «Estaba a punto de casarme y aún vivía con mis padres y, por supuesto, a medianoche tenía que estar en casa o mi padre venía a buscarme. Eran otros tiempos».

A su nieto Martín Luz de 23 años todo esto le queda demasiado lejos; se ríe cuando reconoce que ni siquiera recuerda su primer beso. La percepción de la sociedad acerca de las relaciones sexuales ha dado un vuelco en los últimos 60 años. El sexólogo Ernesto González lo confirma y, además, asegura: «Hoy somos mucho más tolerantes con el sexo en general, la mayoría de las personas hablan sobre su vida sexual sin tapujos». Ni Asunción ni su marido Salvador hubieran imaginado cuando empezaron a salir juntos que verían cómo las faldas hasta el tobillo se transformaban en shorts ajustados, los novios de juventud pasaban a ser follamigos y las celestinas de los pueblos quedaban relegadas por las páginas de contactos. «Si mi padre o mi abuelo vieran cómo van las chicas de corticas y enseñando, pues pondrían el grito en el cielo, y que se junten con uno y que se separen y luego se vayan con otro... no lo permitirían», reconoce Asunción evocando su juventud.

Generaciones

Entre abuela y nieto se encuentra la segunda generación, la formada por Carmen Sancho y Javier Luz. Cuando rememoran la época en que se conocieron se les viene a la cabeza un radiocasete encendido y «Hoy no me puedo levantar» sonando; también una pérdida que conmocionó a España entera: la de Chanquete, y recuerdan sonriendo a miles de jóvenes hablándole a sus relojes: «Kit te necesito». Eran los años 80, la década de la laca, los colores y la movida madrileña. La vida sexual de esta pareja se encuentra a medio camino entre la de sus padres y la de su hijo: Carmen afirma haber utilizado juguetes eróticos en sus relaciones, pero su pensamiento acerca de las nuevas formas de tener sexo es contundente: «Nunca me he acostado con nadie la primera noche de conocerle, ni tampoco lo haría». El contraste con la generación millenial salta a la luz cuando Martín afirma que el 90% de sus encuentros sexuales han sido con personas que acababa de conocer, bien en una fiesta o bien a través de alguna aplicación para conocer gente. Ernesto González explica este fenómeno subrayando que a pesar de que los jóvenes de hoy en día tienen muchas más opciones y más libertad, según muchos estudios que se han realizado sus abuelos gozaban de más sexo que ellos, solo que lo guardaban en secreto.

Para comprender la situación es importante tener en cuenta el contexto en el que se encontraba España durante la época en que Asunción y su marido se casaron. Habían pasado 19 años desde que acabó la guerra civil y la dictadura franquista estaba completamente arraigada. Los libros sobre sexo que se habían publicado durante la II República fueron prohibidos, los matrimonios que se habían divorciado se vieron obligados a juntarse otra vez y las autoridades llamaban a la violencia hacia los hijos que se masturbaban y las mujeres que eran infieles a sus maridos. Asunción recuerda con tristeza esta época en la que «ellos tenían derecho a estar con mujeres pero tenían que coger a la novia virgen. Antes las mujeres no teníamos apoyo en absolutamente nada». El escenario ahora es muy diferente, hoy en día existe total libertad para que cada uno manifieste su orientación sexual, haga realidad sus fantasías eróticas y deje fluir sus instintos más primitivos sin sentir miedo a ser juzgado o apartado de la sociedad. Siguiendo esta línea, González hace hincapié en la lucha de organizaciones feministas y LGTBI para explicar el avance que la sociedad ha experimentado en materia de sexualidad, «esto ha hecho que nos demos cuenta de que está bien hablar de sexo, de que es algo natural, que todos compartimos y disfrutamos».

Prácticas extendidas

Al preguntar a Martín acerca de si ha tenido relaciones sexuales con más de una persona a la vez responde con un sí rotundo y, además, lanza otra pregunta: «¿Cuenta cuando estuve en un cuarto oscuro?». Esta es una de las prácticas sexuales que se ha extendido, sobre todo entre la comunidad homosexual, en los últimos años. Se trata de una sala sin un ápice de luz que se encuentra normalmente en una discoteca y donde quien quiera puede practicar sexo con quien quiera. Martín Luz describe el funcionamiento de estas estancias con naturalidad: «Tú entras con la linterna y empiezas a ver a los tíos que están casi todos desnudos por ahí, entonces si ves a alguien que te gusta le empiezas a tocar, o te empieza a tocar él y? se enciende la magia». Mientras que sus padres no tienen ni idea de qué es un cuarto oscuro, su abuela Asunción afirma inocentemente que ella sí lo sabe: «¿Un cuarto oscuro? ¡Claro! Nosotros siempre lo hacíamos con la habitación a oscuras».

La estimulación genital, más conocida como masturbación, es una de las prácticas sexuales más estigmatizadas, sobre todo en lo que respecta a la masturbación femenina. Esto se ha debido en gran parte a lo ligada que está a la intimidad y a la discreción. Ernesto González explica: «Es un acto normal, que ayuda a conocerse a uno mismo y satisfacer las necesidades sexuales». En este caso al preguntar a la familia, el salto de una generación a otra no es tan grande. Asunción, explica que ella nunca ha recurrido a la masturbación, de hecho una vez le preguntó a una de sus nueras acerca de cómo era posible que una mujer pudiera tener relaciones con ella misma, no entendía el concepto. Ahora que ya conoce la dinámica, Asunción no descarta que un día de estos se anime a probar alguno de esos juguetes de los que ha oído hablar. Carmen y Javier, por su parte, afirman que sí se han masturbado dado que siempre lo han considerado como una práctica sexual más. Y Martín, el benjamín de la familia, asegura que la masturbación no le implica ningún desgaste, y aclara: «Yo puedo acabar de follar y luego masturbarme si quiero, yo creo que la masturbación es muy diferente al sexo con otra persona». Además, Martín añade que aunque haya probado juguetes sexuales, en cuanto a masturbación se refiere, él prefiere la práctica tradicional.

Por último, no se puede dejar de mencionar una de las fantasías sexuales más compartidas entre la sociedad: el sexo en público. En este sentido, Martín Luz relata que la experiencia sexual más original que ha tenido fue durante un viaje en Mikonos. En esta pequeña isla griega conoció a un chico, y desde el minuto uno afirma que sabía cómo iban acabar.

Era su última noche allí, y con alguna copa de alcohol en el cuerpo, lo hicieron en la puerta del hotel cuando el sol estaba saliendo, a lo que Martín añade: «Tener sexo en público supuso que coches, autobuses de chinos haciendo turismo? todos nos vieron». Por su parte, Javier y Carmen cuentan que sus experiencias sexuales más originales han sido en un probador de ropa y en una escalera, y se llevan las manos a la cabeza al pensar en que alguien les pudiera haber visto en pleno acto. Esta es una pequeña muestra de cómo ha cambiado la mentalidad respecto al sexo, ya que al consultarle lo mismo a la abuela de la familia responde que jamás ha mantenido relaciones en otro sitio que no fuera su cama.

En cambio, a día de hoy Asunción ya no se sorprende cuando escucha "quiero desnudarte a besos despacito" en la radio o cuando mira películas como 50 sombras de Grey sentada en su sofá, pues lo que puede asegurar esta mujer de 81 años es que, definitivamente, el sexo ya ha perdido la virginidad.