Lola Guillamón, nacida el 11 de junio de 1952 en Castelló, empezó a trabajar con 19 años en los hoteles y apartamentos propiedad de su familia. Desde muy joven asumió las riendas del negocio familiar tras la muerte de su padre. Era una de pocas mujeres empresarias de la época en España. «Entonces era muy duro; tienes que demostrar más que un hombre, pero siempre me han respetado y apoyado», destaca Guillamón, que subraya que para conciliar la vida laboral y familiar -tiene dos hijos- contó con la ayuda de su madre.

Perito de formación, en sus inicios dirigía el Hotel Doña Lola y unos apartamentos en Orpesa. Con el paso de los años impulsó el Hotel Sorolla en València y un segundo en la capital de la Plana -Zaimar-. Con trabajo y tesón pronto logró labrarse un espacio propio no sólo en el sector turístico sino en el conjunto de la economía provincial. Los empresarios la buscaron en 2013 para reflotar una Cámara de Comercio que hacía aguas por todas partes. Fue ascendida a la presidencia en lugar de Salvador Martí Huguet. Había ocupado anteriormente la vicepresidencia de la Cámara. Al mando de la misma y con el respaldo de su dirección impulsó un nuevo rumbo. Sin los pagos obligatorios de las empresas y con menos ayudas públicas, promovió un sistema enfocado a la atracción del sector empresarial. Así, convirtió a la organización en un centro prestador de servicios ligados a múltiples facetas, tanto en formación como asesoramiento. Con esta política consiguió cerrar 2015 sin un desajuste económico en las cuentas. Esta buena marcha se repitió en 2016 y 2017.

Guillamón no escondía ayer su emoción por el viraje conseguido en la institución. «El conseller nos ha dicho que está satisfecho por el funcionamiento de la Cámara, y estamos así porque hemos hecho los deberes».

Quería ceder el testigo cuando la institución mejorara su situación, pero los empresarios la han empujado a seguir conscientes de su gestión.