Sergio García ha regresado a Augusta con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque jugar el Masters siempre es una motivación especial, este año lo es un poco más. Primero porque el golfista de Borriol defiende la histórica chaqueta verde que logró en marzo del año pasado y, segundo, porque en esta ocasión ha viajado acompañado por sus padres, su mujer, sus suegros y su hija recién nacida: Azalea Adele.

La pequeña nació hace algo menos de un mes y recibió ese nombre porque la azalea es uno de los iconos del emblemático campo de Augusta y da nombre al hoyo número 13. Esa era, sin lugar a dudas, la mejor forma de rendir homenaje al hito conseguido por el jugador borriolense en un 2017 para enmarcar.

Este año García llega como el noveno mejor jugador del mundo e, incluso, avisa que se encuentra «un poquito mejor que el año pasado». «Cada semana es diferente, depende de cómo controles los nervios, la situación... Pero sinceramente me encuentro un poquito mejor que el año pasado», explicaba tras volver a pisar el verde de Augusta y vivir una jornada diferente con su familia en declaraciones a El Larguero.

«Me he encontrado muy bien, disfrutando mucho. Me encuentro bastante cómodo, confiado y esperemos que la cosa salga bien por la semana y que lleguemos al domingo con posibilidades. Estos días piensas un poco mientras entrenas en momentos del año pasado, en zonas en las que estuviste...», añade.

Es tradición cada año que el campeón de la última edición elija el menú de la cena que contó con la presencia de ganadores históricos y otros más recientes como Phil Mickelson, Tiger Woods, Adam Scott o Txema Olazábal, entre otros.

Anoche, como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta a qué comunidad pertenece, García quiso agasajar a sus compañeros de la chaqueta verde con un arroz caldoso de bogavante, además de una ensalada hecha con productos procedentes de los diez países de los últimos campeones y, de postre, un pastel tres leches, receta de la esposa de Sergio y al que le dio su nombre.