Cuando saltó el Castellón a calentar, el Atlético Levante ya había ganado su partido y el Orihuela tenía encarrilado el suyo. Con esa presión debe manejarse de aquí hasta el final el equipo de Sergi Escobar, que terminó ganando anoche un partido que se abrió dulce y plácido, se fue enredando a todos los niveles, y permaneció abierto hasta el minuto 94, cuando Cristian Herrera marcó el 3-1 definitivo. Los albinegros seguirán líderes una semana más, con cuatro puntos de margen respecto al segundo, y a siete jornadas del final del campeonato. El Castellón ha perdido cierta solidez defensiva, ha encajado goles en los últimos cinco partidos y en siete de los últimos ocho, pero compite y sigue ganando: en Castalia lleva nueve victorias seguidas. Las nueve desde el ya lejano cambio de entrenador. Suma catorce jornadas sin derrota. Va primero.

Ayer, en una agradable tarde de fútbol, al Castellón se le puso el partido de cara muy pronto, quizá demasiado, y pareció bastante fácil, quizá demasiado también. Los de Escobar aprovecharon de entrada la ternura del Silla, que asumió un riesgo tremendo en la salida. En menos de un cuarto de hora, el conjunto visitante había encajado dos goles, que pudieron ser más por la sucesión de errores groseros. El Castellón adelantó la presión y castigó esos fallos. Marenyà y Cubillas, en plan piraña, anticiparon el gol de Serra, que abrió el marcador en el minuto 12. La fórmula se repitió en el 13: equivocación defensiva, recuperación en campo contrario y camino plácido al remate. El 2-0 lo marcó así Cubillas, elevando en Castalia el deleite propio de la caída de la tarde.

Parecía hecho pero no fue así, porque el Castellón extravió desde ese momento la puntería, y el Silla redujo riesgos con el balón. Se aseó bien en torno a futbolistas de pie fino y hueso ancho, como Verdú, que recogió una pelota suelta en el minuto 44 para batir por bajo a Zagalá y devolver el partido al alambre.

El tormento

El primer tiempo se cerró con un disparo fallido de Cristian Herrera, que mostró una cara hasta ayer desconocida. Falló esa última y también la primera de la segunda parte, y como ya había dejado escurrir un par de semiocasiones en la primera media hora, se obsesionó con la finalización más de la cuenta. Cristian tomó una serie de malas decisiones en torno al balcón del área, y en cada llegada sin premio se incrementó el temor en la grada. El partido, extrañísimo, adquirió un inquietante aroma a tormenta marinera. De repente viró el aire: el árbitro enfadó a todo el mundo, se lesionó Enrique, y Escobar sentó a Rubio y Cubillas, sus máximos goleadores. El Castellón seguía llegando, pero cada ocasión fallada vertía una gota en el vaso de la ansiedad, que anduvo cerca de rebosar. El Silla hizo recular al equipo local: abrió campo, tiró centros al área y acumuló hombres para el remate. En el minuto 82 la tuvo Óscar, pero voleó desde cerca al lateral de la red.

A esas alturas el Castellón ya había abrazado el teatrillo de la pérdida de tiempo, que no fue incompatible con la sucesión de ocasiones. El equipo de Escobar jugó con fuego, pero no se quemó. Tras el enésimo robo en campo contrario, Serra enfiló a Cristian hacia la portería, y entonces sí, Cristian demostró su categoría. Maniobró con la diestra y definió de zurda por arriba, al punto ciego sobre la testa del portero, y festejó con rabia un gol de esos que no generan tanta alegría como verdadero alivio. Se retorció en el suelo Cristian Herrera, dichoso con el 3-1, vomitando todos los demonios, poniendo fin a su particular tormento.