La banda municipal de Castelló se asoma al precipicio desde hace años y aquí nadie es capaz de asumir la culpa. Las malas relaciones que hay entre varios miembros de la agrupación no son producto del cambio de gobierno en 2015, pero ha sido ese deseo de PSPV y Compromís de remover los anquilosados estamentos de la agrupación y moverle la silla a su director en funciones, José Vicente Ramón Segarra, el que ha dado luz a un problema enquistado de difícil solucionarse.

Ramón Segarra vino para sustituir al maestro Signes, jubilado tras años de servicio a la agrupación en 2012, una plaza en funciones que el PP no fue capaz de resolver. Lo intentó en mayo de 2015, pocos días antes de que los ciudadanos acudiesen a las urnas, pero con unas bases prácticamente diseñadas para formalizar la plaza para el propio Segarra, que no se cortó en reconocerlo en declaraciones que realizó en un medio de comunicación local.

Pero nadie se esperaba un cambio de gobierno tras 24 años de mayorías absolutas del Partido Popular, que se quedó en la oposición. Desde el mismo verano de 2015 el gobierno local, en manos de PSPV y Compromís, dejó entrever su intención de modificar esas bases con el objetivo de hacerlas de turno libre y abrirlas a más candidatos. Esto fue, sin duda, el origen de las primeras notas desafinadas en el interior de la banda, que comenzó a dejar ver de cara al público las tensiones internas heredadas desde el acceso de Ramón Segarra a la dirección.

El afectado se presentó el martes en rueda de prensa como el gran mártir, sin asumir ni una mínima parte del declive de la banda municipal. Y puede efectivamente que se le haya ninguneado desde el consistorio, con cuyos representante asegura que no ha podido reunirse desde hace casi 3 años.

Ramón Segarra asevera que como director ha sido capaz de crear una programación semestral y de multiplicar la actividad de la banda municipal: conciertos para escolares, de villancicos, la producción anual de un disco con pasodobles, conciertos con jóvenes intérpretes, el de Navidad, renovación de instrumentos, permisos para los integrantes de la formación... «y todo con la garantía del éxito de música y público», señalaba.

Asume la autoría de los éxitos, pero reniega de la etapa de los fracasos. «Todo ha ido menguando de tres años a esta parte, y no por falta de ilusión y de entrega por mi parte», recogía en sus declaraciones. Así, según José Vicente Ramón Segarra, la actividad artística «dejó de ser noticia en los medios que, al tiempo, pasaron a centrarse en problemas internos generados de forma interesada y artificial». Lo que para Ramón Segarra eran problemas artificiales se tradujo después en denuncias en los juzgados entre compañeros, entre otras cuestiones.

El director en funciones de la banda municipal también se lamentó de dejar de participar en «actos de relevancia social» como las galanías a las reinas, o de dejar de realizar conciertos de villancicos o estrenar pasodobles. Todo eso, según Ramón Segarra, ha supuesto «la pérdida de más del 80 por ciento del público en cada concierto», llegando al sorprendente dato de «haber tocado exactamente para cero espectadores en conciertos». Pero, según José Vicente Ramón Segarra, la culpa es de los demás.

Las dos querellas que dice haber presentado contra los concejales de Cultura y Recursos Humanos, unido al contencioso contra las nuevas bases, no aventuran más que el sonido de los tambores de guerra seguirán minando el futuro de la organización.