Lo más difícil de entrenar al Castellón no es preparar los partidos, ni leer las situaciones de juego, ni llevar los entrenamientos, ni siquiera amortiguar los dramas que siguen a cualquier derrota, ni siquiera enfriar la caldera eufórica que baña cualquier victoria. Lo más difícil de entrenar al Castellón no es manejarse en las ruedas de prensa, ni conducir un vestuario con dieciocho presuntos titulares, ni saberse el rival a batir por cualquier equipo de la categoría. No: lo más difícil de entrenar al Castellón es estar seguro de que las decisiones las sigues tomando tú, al final de cada semana.

Del Castellón opinamos todos y hay un discurso continuo que remuga en plan zumbido, y hace mella. Sigo sin entender por qué barraquero se usa como insulto, si nunca nos ha ido mejor en los últimos treinta años que tirando de barraca. No sé cómo ni por qué, pero el paso del tiempo ha ido difuminando las virtudes primeras del Castellón de Sergi Escobar, que cimentó su remontada a base de cerrojos bajo el marco. En los partidos del Castellón apenas pasaban cosas, y casi todas las que pasaban eran buenas, o al menos convenientes. Ahora pasan muchísimas más cosas, con el evidente riesgo que ese intercambio de golpes conlleva. La verdadera valentía no se mide en delanteros o en defensas, sino en actuar en cada momento desde la propia convicción, y en consecuencia.

El Castellón es un club que nunca está cómodo, que siempre piensa que está de paso pero que en realidad casi nunca se mueve. Lleva siete años en Tercera, una categoría que obviamente considera impropia. Pero también era impropia la Segunda División B, donde le daba vergüenza correr y pegar patadas, y así se pasó once temporadas, muchas de ellas sin entender nada. Cuando estaba en Segunda nadie dejaba disfrutar, tampoco, y no precisamente por el expolio del palco, recordemos. Cuando estaba en Segunda era un sacrilegio celebrar la permanencia, porque había que estar en Primera. En Primera€ La Primera es una excepción histórica, no una norma.

A mí me gustaría que este paso penitente por Tercera dejara una huella, que se aprendiera algo, que para el futuro se transmitiera un legado. El Castellón debería saber, contra el Borriol, el Barcelona o contra el Recambios Colón, que lo primero es lo primero y sin lo primero no hay segundo ni tercero. El Castellón debería grabarse a fuego lo de ser el equipo que nunca se rinde, el equipo que no negocia un esfuerzo, el equipo que no regala nada porque sabe cuánto cuesta todo, el equipo que su afición alienta orgullosa en la victoria y en la derrota, el equipo que compite digno, leal y consciente de lo que representa, sea cual sea la categoría o la meta. Si pierde eso por el qué dirán, si pierde eso por un par de victorias y palmadas en la espalda, es que no hemos aprendido nada.

Lo del Borriol preocupa porque se veía venir. Lo del Borriol, bueno, lo retiro, quien no la haya liado alguna vez un miércoles, quien no haya visto impotente cómo se le iba de las manos una noche de miércoles, quien no haya visto cómo un miércoles inocente se convertía en un jueves de mala resaca, quien no haya hecho eso alguna vez que tire la primera piedra.