Cuando la todavía ministra de empleo y esas cosas mandó una carta a los jubilados, en la que les hacía saber que el Gobierno después de haberse roto los cuernos para encontrar el milagro que permitiera la revalorización de las pensiones de los yayos y con el Presidente del Gobierno, Rajoy, decidido a alcanzar lo imposible para recuperar la confianza de los pensionistas, y después de considerar también que entre ellos y en su mayoría las pasan putas para llegar a fin de mes, había decidido aumentar las pensiones en un cero coma 25 por ciento. Como a los pensionistas, egoístas como corresponde a quienes tienen la suerte de superar, incluso en una decena de años antes de palmarla, recibieron la carta de colorines y papel caro, que, en principio y visto lo visto, le sorprendió agradablemente pensando que si la señora ministra se dirigía a él - quién es él para que la señora ministra se fije en mi- el contenido de la carta debía ser sin duda una buena noticia, ahí estaba, sí señor, el Presidente del Gobierno había decidido un aumento del 0'25% de lo que veníamos cobrando, absolutamente nada que ver con el aumento para con los sueldos de los ministros, los secretarios de Estado, los Directores Generales de la cosa y por supuesto el aumento salarial para con los dirigentes de los partidos políticos, todos los políticos.

Naturalmente las quejas de los receptores de la carta, después de que el yerno de cada uno le hiciera las cuentas ,se fue instalando en la calle y en todas las plazas de los pueblos con bancos de los de sentarse. El Presidente del Gobierno tuvo que salir a la Televisión, preferentemente la suya, para decir con cara de contenido cabreo que qué nos habíamos creído, que es muy bonito hacer promesas imposibles de cumplir, que de dónde va a salir la pasta necesaria para un aumento mayor y se enrocó en sus trece, pensando en aquel de la montera cuando afirmó rotundamente que lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible.

A lo mejor, el Presidente del Gobierno no cayó en la cuenta de que preside un país democrático, donde una prensa libre actúa como tal en su deber de informar, pero también como caja de resonancia de lo que ocurre en la calle, que a veces se llenan de centenares de miles de ciudadanos -desde hace poco con mayoría de ciudadanas, ya era hora- que hacen ruido, que cantan canciones, que gritan consignas, mientras los periódicos de papel acogen artículos de opinión que a la vez que sus editoriales ayudan a que la ciudadanía conforme un estado de opinión propio.

En España, señoras y señores políticos, deben saber que los que solo somos ciudadanos no les queremos, y no les queremos porque no nos fiamos de ustedes, porque nos mienten, porque usted dice un día que no aumenta las pensiones a la altura del crecimiento del coste de vida y reta a la oposición a ver de dónde es capaz que sacar para pagar, mientras otro día, después del ruido de las manis, llega a la conclusión de que pagarlas como Dios manda es posible, después de darle al perolo un par de ratos, tirando de imaginación mientras pasea las mañanas por los pinares de la Moncloa, de esas manera tan raras que se gasta por cierto.

Y ya lo tiene, señoras y señores yayoflautas: el señor Rajoy, después de leer un texto procedente de una institución de la UE, tiene decidido e informado a la ciudadanía que efectivamente va a pagar el uno con sesenta por cien que es lo que toca, lo hace encantado de la vida y nosotros con él.

Podemos suponer y suponemos, que la idea que le ha hecho cambiar de opinión l señor Mariano Rajoy es el del rigor del texto siguiente:

"El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) acaba de dar el visto bueno en una sentencia a los impuestos autonómicos a las grandes superficies comerciales. Se trata de un gravamen que se remonta al año 2000, y que penaliza el impacto medioambiental y urbanístico que generan establecimientos comerciales de gran formato, por los desplazamientos que genera.

Hasta la fecha en España únicamente los están aplicando Asturias, Cataluña y Aragón pero el dictamen de la Corte de Luxemburgo abre la puerta para que se sumen las Comunidades que, como la valenciana, estaban siguiendo de cerca el periplo judicial de este impuesto".

Con ese impuesto, pues, que pagarán las grandes superficies al Estado, las pensiones por jubilación más las previstas de viudedad y orfandad quedarán resueltas hasta que el patito feo que ha acabado por ser el fondo de pensiones público, también conocido como la hucha, no alcance a soportar el crecimiento de la demanda.

A la derecha no le gusta que la pasta esté en lo que llamamos público; prefiere que engrose el bolsillo de los ciudadanos. A mayores impuestos más beneficios para las cosas que son de todos, a menor aportación pública, más premuras. Las rentas del capital y las del trabajo son excepcionalmente diferentes y en favor del capital por parte de España, donde los sueldos, escasos, cuando no miserables, soportan eso que llamamos competitividad.