Existe un tipo de partido que solo un equilibrista puede jugar. La grada te pide corazón y el juego te está exigiendo cabeza. El Castellón debe acostumbrarse a ello porque es lo que vivió ayer con final feliz frente al Orihuela, y es lo que a partir de ahora le espera. El equipo de Sergi Escobar pisó el verde sugestionado por el ambiente, aún húmedo por las lágrimas del homenaje a Racic, el más emotivo que se recuerda en la historia contemporánea del club. Los tifos, las palmas, el recibimiento al autobús y las banderas. El Castellón salió dispuesto a la guerra: al choque, a la pierna fuerte en la segunda jugada, a la carrera eterna. Los cánticos piden huevos, entiéndase como sinónimo de esfuerzo y actitud, pero es justo eso lo único que hay siempre de sobra.

Lo que falta a veces es ejecutar un plan que vaya más allá del puro deseo. Así se movió la primera mitad, en especial hasta el 1-0. El Castellón jugó de entrada como si cada minuto fuera el último, y no lo era. A veces se obliga a una épica que no necesita. A las bravas encontró un gol vital, pero en la victoria conviene recordarlo. El partido fue en ese tramo como las decisiones del árbitro: una moneda al aire. Al Orihuela se le escapó un tren en el testarazo de Nacho Porcar al travesaño. El Castellón, al minuto siguente, se subió en marcha al suyo aupado por Javi Serra, en una carrerita de esas.

Como tantas otras veces, Javi Serra fue el mejor argumento ofensivo del equipo. En el minuto 25 fue limpiando rivales en una diagonal hacia el área. El árbitro cortó la acción para señalar penalti por mano de José Carlos. El portero Emilio volcó hacia su izquierda y Javi Rubió amarró el penalti por el lado contrario.

En ventaja, el Castellón se serenó. En una paradoja un poco rara, le vino bien estar cansado. Corrió mejor cuando se vio obligado a elegir y dosificar. Minó el campo en torno a un colosal Marc Castells para minimizar el daño del juego combinativo del Orihuela, obligado con frecuencia al juego directo en busca de Antonio. Ahí Enrique y Arturo leyeron la secuencia. El Castellón acabó mejor el primer tiempo. Serra provocó una falta melosa en la frontal que enroscó Ferreres sin potencia. Fue el preámbulo de las dos ocasiones de Cristian Herrera.

Las ocasiones

Lleva unas semanas en el barro Cristian Herrera. Llegó en enero como fichaje estrella y su impacto en el equipo fue instantáneo, pero ahora no entran. Ahora preocupa, falto de confianza: acumula seis partidos sin marcar, suma un gol en las últimas nueve jornadas. El Castellón necesita a Cristian y Cristian necesita el gol. La buena noticia es que no deja de intentarlo. En el minuto 44, aprovechó un error del cierre del Orihuela y se plantó frente al meta. Desde el costado izquierdo, lejano y escorado, eligió mal, por bajo y a colocar, con el portero casi en la frontal. Esa se la sacó Emilio y la siguiente, ya en la segunda mitad, fue peor. Tejió una bonita transición en un doble tuya-mía con Cubillas, que en el último pase le regaló el gol a puerta vacía. Pero Cristian fue blando e indeciso al remate, y la tiró de zurda fuera.

Ese tramo fue el mejor del Castellón, que halló cierta pausa y defendió bien y no demasiado atrás, y salió a la contra con las ideas claras. En el minuto 64 llegó el premio. Marenyà iluminó un pase a la carrera de Serra, y Serra centró raso al primer palo. Ahí se lanzó Cubillas con todo, en escorzo, para cruzar el 2-0 a las mallas. El Orihuela sustituyó a Edu Mesas, el lateral izquierdo, la enésima víctima de Serra en la temporada.

Con la doble ventaja, el Castellón acentuó el plan de replegar y salir. Lo iba madurando sin sustos hasta el minuto 81, cuando Antonio clavó un bello y parabólico cabezazo. Casi de inmediato el Orihuela, con un once cada vez más ofensivo, se quedó con nueve por las segundas amarillas de José Carlos y Marc. El Castellón aseguró el 2-1 para llegar vivo hasta el final. Para ser campeón debe ganar en Alzira y esperar que en el Orihuela-Atlético Levante no gane el filial, en la última jornada.