En la asociación La Candilera de Benicarló se sienten identificadas con el microcuento de Eduardo Galeano, «Un mar de fueguitos». Sea como sea, en el local central de la asociación, calle Sants Màrtirs, respira conciencia en un mundo eminentemente comercial. Intentan mantener un criterio y un compromiso.

Esta es la carta de presentación de un colectivo que surgió, en un principio, a partir de la marca de «Flamenkando camisetas», y que ha ido creciendo hasta agregar a toda una cantidad de mujeres artesanas con ganas de «crear y transformar», como cuenta Begoña Alejandro, quien se considera, más que impulsora o creadora de la asociación, una tejedora de proyectos e iniciativas.

Precisamente, y en este sentido, el colectivo se ha marcado el objetivo de integrar el papel de la mujer en el tejido asociativo del municipio, fomentar el ecologismo, los productos de proximidad y el comercio justo.

El nombre de la asociación surge, como su propia e iluminada denominación sugiere, de la que porta la luz, de la encargada de ofrecer lumbre y luz en la antigüedad, la responsable de mantener el candil, en sentido físico y figurado, encendido, «somos una asociación de mujeres creadoras y creativas, un mar de fueguitos, que diría Galeano».

Con La Candilera, lo que se pretende es dar cobertura a mensajes positivos, éticos y justos. Practicar el apoyo mutuo y otro tipo de relaciones, «con cada granito de arena construimos otro mundo, un mundo nuevo donde lo normal es ser diferente», indica.

Tras la presentación de la asociación hace ya un par de años, las actividades se han sucedido en el local, desde talleres de educación y maneras de aprender, a jornadas sobre le movimiento y expresividad, de cosmética natural, de aromaterapia, talleres de elaboración de jabón, de risoterapia, de sexualidad, sobre el arte de vivir? un sinfín de actividades que dan vid, dinamizan y aportan luz, algo muy necesario en los tiempos que vivimos, como indican desde la asociación. «Es necesario, se trata también de amparar o acoger proyectos que tampoco tienen muchas posibilidades de sobrevivir en los tiempos actuales», aseguran.

La Candilera es un proyecto comprometido también con el comercio justo. En el local encontramos café, por ejemplo, y otros productos, como camisetas confeccionadas por mujeres en la India.

Se lucha, pues, por un consumo consciente, «el vino, por ejemplo, es ecológico, el zumo también, ambos productos provienen de Batea, los elabora una familia. La cerveza también es artesana, el yogi-tea es ecológico. Aun así, intentamos dar prioridad al comercio de proximidad y el comercio justo, antes de que el producto ecológico», precisa.

Hay otros productos, como los libros de la entrada que se mueven en el concepto de bookcrossing pero sin etiquetado. La ropa de segunda mano, en cambio, tiene un precio simbólico, «debemos mantener un alquiler y tenemos unos gastos».

«Se trata de dinamizar y aprovechar para crear un espacio en el que puedes adquirir productos de segunda mano y ayudar también a que circule un material al que ya no se le da uso. Al tiempo, se crea un espacio donde también participa gente de otras culturas», aseguran desde la asociación.

Actualmente, las socias de la Candilera suman alrededor de 60 mujeres aunque también hay hombres. Ahora están pendientes de la próxima asamblea, además de poner en común la situación económica. Se deben «repartir quehaceres y revisar estatutos, debemos concretar fechas porque hay muchas propuestas de actos y actividades de gente ajena a la asociación hasta ahora y de gente que ya la integra».

«Algunas propuestas se han de trabajar desde el colectivo si se quieren desarrollar y llevar a cabo», manifiesta. En este último punto entraría la invitación a la comunidad musulmana a participar en el aperitivo que llevan a cabo en los rastro- market. «Si queremos crear un espacio y un momento donde compartir e invitar a romper prejuicios, es un trabajo colectivo», sostiene Begoña Alejandro. Además, hay ideas que se pretenden impulsar, como el taller de serigrafía o de encuadernación. Actividades y propuestas que pueden impulsar los propios interesados.

La Candilera ofrece, en este sentido, un espacio lleno de creatividad alternativa en los que el aprendizaje y las ganas son el motor que guía e ilumina otros modelos de experimentar, aprender y consumir.