«El Ramadán es una parada espiritual, es reflexionar sobre lo que hemos hecho el último año, pero también es una forma de ponerse en la piel de la gente que no tiene para comer», subraya Salah Ouakili, presidente e imám del centro islámico de Almassora.

Los cerca de 49.000 musulmanes que residen en la provincia de Castelló iniciaron ayer el mes del ayuno, uno de los cinco pilares del Islam. Durante este periodo, la población musulmana sólo puede comer desde las 21.00 a las 04.00 horas. El Ramadán es considerado como una forma de sacrificio y de auto-purificación por el que se aprende a tener fuerza y paciencia y, por lo tanto, a conocerse a sí mismos.

A las 21.00, familias y amigos se reunen en sus viviendas para disfrutar de suculentas cenas. Antes de que el sol hiciera ayer su aparición por el horizonte, quienes cumplen con los rituales del ayuno tomaron su primer «suhur», la última comida y bebida que los creyentes se llevan a la boca hasta la puesta del sol, momento de la ruptura del ayuno, conocida como «iftar».

Durante este mes, el noveno del calendario lunar musulmán, la abstención de ingerir cualquier tipo de alimento durante las horas del día es solo una parte de los requisitos que debe cumplir el buen creyente.

Los malos pensamientos, los insultos, las críticas a terceros, el sexo durante las horas diurnas o las mentiras deben de ser desterradas durante los 29 días que dura el mes más sagrado para los musulmanes, y en el que se cree que Alá comenzó la revelación del Corán a Mahoma.

Oración en las mezquitas

Durante este periodo, las mezquitas abren sus puertas tras el «iftar« para el «tarauih», un rezo que incluye extensas lecturas del libro sagrado; y en los últimos diez días, invitan a los más creyentes al «etekaf», jornadas intensivas de fe y contemplación en las salas de oración. En las comarcas de Castelló hay 25 mezquitas, de las que tres está en la capital de la Plana. Ayer se llenaron de fieles a la medianoche.