Vila-real se despidió ayer de las celebraciones en honor a Sant Pasqual con una sensación agridulce. Por un lado, con la satisfacción de haber disfrutado al máximo de diez intensos días, con más de 220 actos programados, destacando los festejos taurinos. Por otro, con la ilusión de empezar a planificar y pensar en la siguiente edición.

La elevada participación de los vecinos ha caracterizado unas fiestas verdaderamente especiales al cumplirse este año el 400 aniversario de la beatificación del patrón de la ciudad, Sant Pasqual.

Otro aspecto a destacar es el civismo mostrado por los vila-realenses a lo largo de las fiestas, lo que ha contribuido de forma notoria al éxito de cada evento. Eso sí, siempre con la salvedad de las cogidas en el «Bou per la Vila», como la última ocurrida el sábado, en la que un joven de 27 años, vecino de la localidad, tuvo que se trasladado al Hospital de La Plana a consecuencia de una cornada sufrida en el muslo de su pierna izquierda.

La jornada de ayer resultó mucho más tranquila, con un claro protagonismo para la pólvora y el fuego. El programa arrancó con el campeonato de ajedrez, organizado por el club local. Ya por la tarde el baile en vivo fin de fiestas en el CEAM de la calle Gamboa, reunió a numerosos vila-realenses. También resultó notoria la presencia en el concierto de Lorenzo Santamaría en la plaza Mayor y que sirvió de cuenta atrás para culminar los 10 días en honor a Sant Pasqual.

A pesar de la tristeza que inundó a muchos por vivir las últimas horas de las fiestas, la traca final volvió a ambientar el centro de la ciudad. Así, especialmente animado resultó el 'correfocs', a cargo de Animarts y de la charanga Reality Show.

Sobre las 22.30 horas la pirotecnia Martí disparó el castillo de fuegos final de fiestas, que iluminó el cielo de Vila-real como un colofón perfecto a las celebraciones.