Se denomina «Síndrome del Nido Vacío» al conjunto de síntomas psicológicos y emocionales que padecen algunos padres cuando sus hijos e hijas se independizan. Puede verse como un trastorno individual, pero muchas veces lleva asociado un desajuste en la vida de pareja.

Cuando se está muy volcado o volcada en la crianza, se fantasea con la «libertad» que se tendría si estos no estuvieran o con la que se tendrá cuando se hayan ido y, aunque, una vez llegado el momento, se pueda sentir mayor alegría o tristeza, lo cierto es que la estructura en la que está envuelta nuestra rutina cambia y no todos se adaptan del mismo modo a los cambios, pudiéndose encontrar de repente con una pareja «desconocida», puesto que parece haberse priorizado su figura como padre o madre frente a la de compañero sentimental.

Lo mismo puede suceder con uno mismo. En ese momento empezamos a tener más tiempo para nosotros y es normal estar algo oxidado en el autocuidado y el ocio personal. Muchos padres, sobre todo madres, manifiestan tristeza, llanto inesperado, sensación de vacío, ansiedad, ánimo deprimido, soledad, desesperanza, anhedonia (incapacidad de disfrutar de las cosas), desidia (falta de ganas de hacer las cosas), preocupaciones recurrentes sobre el bienestar de quien se emancipó, incluso celos de la pareja y de la familia de ésta (si ese fuera el caso). Se trata entonces de un duelo. Así pues, estas emociones irán evolucionando y readaptándose a la nueva situación, pero no siempre se resuelven los duelos de forma satisfactoria. Consejos para sobrellevarlo mejor:

Anticiparse a la situación. Que los hijos van a «abandonar el nido» es algo que tenemos que tener en cuenta, por lo que no hay que dejar de lado todos los aspectos de nuestra vida para ser padres y, a medida que se van haciendo mayores y la dependencia es menor, es bueno buscar maneras de ocupar nuestro tiempo.

Cuidar de la relación de pareja. Redescubrirse el uno al otro, disfrutar de citas románticas, tener detalles personales con la persona amada,?

Redecorar la casa. Adaptar el hogar a la nueva situación, darle un aire motivador.

Ocio en grupo. Disfrutar de actividades grupales.

Ocio individual. Permitirse placeres en solitario (paseos, lecturas, películas,?)

Comunicación. Establecer abiertamente límites de lo que se desea y se espera de la nueva relación con los hijos. De este modo se evitan malentendidos y discusiones: «no me llamas nunca», «no me siento cómodx si apareces de repente», «no soy tu chacha»,?