El Mundial 2010 deja en evidencia muchas decisiones arbitrales, como el gol de Lampard que no subió al marcador en el partido Alemania-Inglaterra o el gol en fuera de juego de Tévez en el Argentina- México que si valió.

Sin duda la regla del fuera de juego es una de las más polémicas. Los análisis estadísticos, con revisión de las imágenes grabadas, demuestra que los equipos arbitrales se equivocan en su aplicación en un 20% de las ocasiones. Sin embargo, es cierto que la toma de decisiones en estas circunstancias es difícil, además de la velocidad con la que suceden las jugadas, los árbitros deben de integrar en fracciones de segundo donde está el balón, jugadores que atacan, defensores e incluso el portero, a la vez que van corriendo por el campo. Un estudio de la Universidad de Ámsterdam justificó estos errores por la existencia, provocada por estas variables, de una ilusión óptica que induciría a los árbitros a pensar que los atacantes están en posición de fuera de juego muchas más veces de las reales.

Otro estudio realizado en España en 2004, en la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF), centró sus objetivos en analizar si existían limitaciones cognitivas del árbitro asistente a la hora de aplicar con certeza la regla del «fuera de juego». Así, los investigadores españoles añaden a la ecuación ángulo ciego. El estudio concluye que mientras los máximos dirigentes del fútbol explican estos errores en la falta de conocimientos, profesionalidad y experiencia de los árbitros, la ciencia evidencia que el ser humano tiene limitaciones cognitivas y neurofisiológicas para poder discriminar y evaluar con rapidez, y de manera precisa, estas situaciones del «fuera de juego». Es decir, el ser humano no está capacitado para desempeñar de forma eficaz esta tarea arbitral. Por lo tanto, se debe de incorporar la tecnología al balompié para evitar todos estos «grandes errores».

Investigadores británicos del área de psicología médica se propusieron como objetivo determinar, de una manera científica, si podían averiguar cuando un jugador fingía un penalti (por derribo) en área de portería, situación conocida como piscinazo. Los resultados de sus análisis determinan una serie de síntomas que revelarían el «teatrillo», como: caer con los brazos hacia arriba y manos abiertas (rogando justicia celestial, y esperando respuesta), además de disponer, pre-impacto, las piernas plegadas o el torso arqueado. Todas estas circunstancias van contra las leyes de la biomecánica, pues cuando tropezamos los mortales nuestro instinto no es alzar los brazos al cielo, sino todo lo contrario, disponerlos hacia la tierra para amortiguar la caída o incluso hacia un lado como solución para controlar el equilibrio. Y antes de un golpe nadie avanza con las piernas semi-dobladas o el cuerpo arqueado. Tarjeta amarilla.

Pero si a pesar de todo el árbitro señala la pena máxima, ¿qué podemos hacer?. El punto del penalti se incorporó al reglamento del fútbol por 1891, situándose a once metros de la línea de gol. En esa época no habían análisis neurofisiológicos sobre tiempos de reacción, pero hoy sabemos que esa distancia hacia el gol, que es recorrida en medio segundo como mínimo, es justamente el tiempo que necesitamos los humanos para reaccionar ante muchas situaciones. Luego el portero tiene que situarse a la distancia, deducir la dirección del balón, ir a por él e intentar detener su trayectoria; muchas decisiones para tampoco tiempo, que inducen al guardameta a la práctica de la adivinación ¿por dónde va el esférico?.

Según la UEFA, solo se detienen uno de cada cinco penaltis. Estamos hablando de un tiempo de reacción de 500 milisegundos, por ello muchos porteros inician el primer movimiento 100 milisegundos antes (rozando la ilegalidad) del lanzamiento; y eligen hacia donde ir según la estadística histórica del lanzador, o según como coloque el rival las piernas, pies o caderas. A ciencia cierta, nos quedamos con el estudio de la Universidad de Columbia (Canadá), que tras analizar miles de lanzamientos desde los once metros determinó que los jugadores antes de golpear el balón colocaban el pie contrario en la dirección del lanzamiento final; según los científicos este suceso se cumplía en el 85% de las ocasiones.

Anticiparse a la trayectoria, por este análisis, otorgaría al portero una ventaja de 200 milisegundos en el lanzamiento, algo menos de la mitad de los once metros, suponiendo que el balón viaje a 80 kilómetro por hora. Lo cual ya lo decía Jesús Soriano, «el bala», los penaltis se deben de lanzar de empeine gallego o punterazo, pues al aumentar la velocidad del balón se reduce la reacción del portero; ahora solo falta acertar entre los tres palos.

Cómo evitar las lesiones en el fútbol

El fútbol es un deporte físicamente exigente que puede causar lesiones importantes. La Academia Estadounidense de Cirujanos Ortopédicos recomienda a los usuarios de este deporte que antes de comenzar su práctica hagan los estiramientos de manera adecuada y conozcan las condiciones del terreno de juego. Para limitar estos riesgos existen unos consejos de seguridad: (1) póngase en forma (sobre todo si no ha jugado desde hace tiempo) mediante entrenamiento aeróbico, de fuerza y de agilidad antes de comenzar a golpear el balón; (2) haga ejercicios de calentamiento, beba agua y use calzado adecuado y espinilleras, así como manténgase alerta al «golpe de calor» si el tiempo es muy cálido o húmedo; y (3) conozca un plan de acción de emergencia para enfrentarse rápidamente a los accidentes.