Los frigoríficos o neveras, cuyo origen es 1868, es uno de los electrodomésticos claves en las viviendas. Por ello, todo lo que ocurra en su interior tiene mucho interés, como por ejemplo, la eliminación de los malos olores producidos por diferentes microorganismos.

La mayoría de estos olores que acumulan las neveras y que contaminan los alimentos, son ácidos grasos volátiles; un ejemplo es la producción de ácido butírico, cuando la mantequilla se vuelve rancia. En su neutralización se utiliza un principio básico de química: las bases neutralizan a los ácidos dando sal y agua. Y una de esas bases «quita-olores» es el bicarbonato sódico. Esta molécula en el ejemplo de mantequilla rancia, y efluvios negativos, atraparía el ácido butírico originando «butanato de sodio», que ni huele mal ni es volátil.

Todos estos olores del interior del frigorífico, son el resultado de la actividad metabólica de diferentes microorganismos (bacterias y mohos) que acompañan su degradación, y que comparten gustos culinarios. Así, Aspergillus y Pseudomonas compiten en la generación de ácidos volátiles de olores diversos y especialmente los segundos son también responsables del olor a podrido que inunda los trapos de cocina y las toallas que permanecen demasiado tiempo húmedas.

La cuestión clave es cómo podemos combatir esos malos olores; quizás su primera opción sea usar bicarbonato sódico, una base. Pero la molécula necesita espacio para ejercer su función neutralizante, necesita disponer de suficiente superficie de exposición para aumentar las capturas de ácidos grasos volátiles, y mejorar su efectividad; no sirve coger el bote de bicarbonato sódico y dejarlo abierto en el interior de la nevera, es insuficiente; mejor colóquelo esparcido sobre un plato llano y déjelo actuar.

Pero si los olores persisten en su nevera, nos quedan dos soluciones. La primera, es lavar el interior de la nevera (libre de alimentos) con legía diluida (hipoclorito de sodio o cloro); después eliminamos el olor a legía limpiando con agua oxigenada, para seguir con un par de enjuagues con solución de bicarbonato sódico. El resultado convierte las moléculas olorosas volátiles, que irritan los receptores nasales, en sales de sodio como el cloruro de sodio (sal). Y si el procedimiento fracasa y los olores continúan, puede espolvorear el interior de la nevera con un poco de óxido de sulfuro o de zinc, inhibidores del crecimiento bacteriano; este último con propiedades fotoluminiscentes, pues brilla en la oscuridad tras estimulo lumínico (impregna las saetas de los relojes para hacerlas visibles en la noche). Y después del «polvo lumínico», retire el producto y lave el interior de la nevera con lejía diluida, agua oxigenada y una solución de bicarbonato, por este orden y como hemos explicado. Algunos de estos productos son tóxicos, por lo que deben de manipularse con cuidado extremo y siempre con guantes. Si el olor persiste, plantee un cambio de nevera.

Por supuesto, no es posible reutilizar el bicarbonato sódico empleado en el secuestro de olores para el esponjamiento de un pastel; es posible que en presencia de ácidos (cítrico por ejemplo) pudieran desprenderse parte de las moléculas volátiles retenidas y liberar su nauseabundo olor en el interior de su pastel. La demostración sería colocar el bicarbonato usado en este menester antiolor, formando una montaña en el mismo plato, perforarla con el dedo a modo de volcán y añadir sobre el agujero un poco de vinagre, y ¡voilà!, los olores reaparecerán en su cocina.

Otra cuestión es conocer si es saludable volver a congelar los alimentos que ya han sido descongelados. Por lo que hemos visto hasta ahora, todos los comestibles tienen cierto número de bacterias (si no son cantidad, no hay peligro generalmente), y que éstas son felices en el ambiente húmedo frigorífico (4ºC); mientras que en el congelador (-20ºC) no todas mueren, las supervivientes deceleran su frenético ritmo de proliferación y esperan. Si el alimento lo descongelamos hasta alcanzar la temperatura de la cocina (varias horas, 25ºC), las bacterias tienen tiempo de recuperar su ritmo de división, y por lo tanto, al volver al congelador su número habrá aumentado. Al cocinar muchos microorganismos son destruidos, pero algunos estafilococos, frente al calor, fabrican una toxina que los mantiene estables. Sumemos que estos ciclos de congelación rompen numerosas membranas celulares que liberan su contenido enzimático destruyendo numerosas proteínas, eliminado los sabores, y modificando la textura de los alimentos, y por lo tanto, su calidad. Salud y vida.

El otoño durará 89 días y 20 horas

Según el Instituto Geográfico Nacional, a las 5:09 h del 23 septiembre llegó el otoño a nuestra área geográfica, para marcharse el 22 de diciembre, es decir tendrá una duración total de 89 días y 20 horas. El inicio astronómico de las estaciones se establece mediante un convenio intenacional, y viene definido como el instante en queel planeta Tierra pasa por una determinada posición de su órbita alrededor del Sol. Esta posición, en el caso del otoño, es desde la que el centro del Sol visto desde la Tierra cruza el ecuador celeste en su movimiento aparente hacia el sur. El día en que esto sucede, la duración del día y la noche prácticamente coinciden, y por eso, a esta circunstancia se la llama también con el nombre de «equinoccio de otoño». En este instante en el hemisferio sur se iniciará la primavera y el buen tiempo.