Que la Tierra se recalienta y ello se debe a la actividad humana, no hay duda. Y que la mayor parte de los gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático, son producidos por los países industrializados, tampoco hay duda. El cambio climático está poniendo en peligro la vida sobre el planeta, y los riesgos para la salud se ceban sobre los más pobres, los que menos han contribuido a generar el problema. Mientras, los fenómenos meteorológicos extremos aumentan, el nivel del mar sube, aparecen olas de calor mucho más a menudo, al igual que las tormentas, los incendios forestales, las inundaciones y las sequías; y estas circunstancias de ir en aumento originarán nuevas migraciones, más hambre en el mundo y más conflictos armados entre países vecinos. Este panorama negativo será un buen caldo de cultivo para que las enfermedades infecciosas proliferen, como el paludismo o el dengue (enfermedad viral trasmitida por el mosquito Aedes aegypti), y también las diarreicas y la malnutrición, que causarán más muertes.

La cuestión fundamental es saber si durante el siglo XXI la Tierra alcanzará un «umbral crítico» para el calentamiento global, un punto sin aparente retorno; volver atrás no costará lo mismo que haber llegado a él en menos de cien años, costará cien décadas. Para evitar el excesivo calentamiento y los fenómenos descrito asociados a él, los niveles de dióxido de carbono (CO2) deben de reducirse en la atmósfera a 350 partes por millón (ppm) como mínimo, hoy alrededor de 390 ppm.

Un estudio reciente de la Universidad de Cornell realizado por expertos en climatología y geología, y publicado en la revista Solutions Magazine, indican que el tiempo para frenar el calentamiento global se está agotando, y que los gobiernos han hecho muy poco para revertir el creciente aumento de los niveles CO2. Los investigadores proponen como mediada urgente instalar dispositivos de captura y filtración de aire, que absorban el CO2 y lo liberen limpio; una tecnología que usaría bioenergía procedente de algas. Propuesta está que junto a otras, irán apareciendo en este siglo, quizás más de ciencia-ficción, y a las que debemos de ir acostumbrándonos, pues los remedios contra el calentamiento global se vuelven urgentes.

El coste de esta tecnología propuesta por los científicos de la Universidad de Cornell sobrepasa varias decenas de billones de dólares (casi el 1% del producto interior bruto global que se espera obtener en lo queda de siglo); y todo ello para capturar y eliminar las 855 gigatoneladas (mil millones) de CO2 necesarias para reducir su concentración de 390 a 350 ppm. A pesar del interés, no se podrá poner en marcha hasta el 2050. Mientras tanto, otros investigadores proponen alterar el balance de radiaciones solares que llegan al planeta inyectando aerosoles de sulfato a la atmósfera, y así bloquear los rayos del sol, o también inyectando a las nubes gotas de agua de mar, o incluso desplegar en la órbita terrestre gigantescos toldos o espejos que bloqueen parte de la luz solar. Por el momento más ficción que ciencia.

Sin embargo, la investigación sigue mostrando tozudamente las consecuencias negativas del calentamiento global sobre el planeta y su vida en él. Esta semana la revista Proceedings of the National Academy of Sciences muestras un estudio de la Universidad de California (con mediciones reales realizadas vía satélite) que indican que el agua dulce fluye hacia los océanos en cantidades cada vez mayores como consecuencia de la mayor frecuencia e intensidad de las tormentas. En concreto, los investigadores que llevan estudiando este fenómeno desde 1994, demuestran que en los océanos entró un 18% más de agua procedentes de ríos y de la fusión de hielos polares.

La lluvia esta aumentando fundamentalmente en los trópicos, con tormentas virulentas, mientras otras zonas del planeta se tornan semiáridas, cada día más secas. El ciclo de evaporación y precipitación del agua se acelera vertiginosamente por el aumento de las temperaturas provocadas por el efecto invernadero, y el resultado es mayor frecuencia de monzones y huracanes. Un clima cálido sobre los océanos hace que el agua dulce se evapore antes, originando nubes espesas que desencadenan tormentas; así el agua de la lluvia viaja de los ríos al mar en mayor cantidad y el ciclo vuelve a empezar. Y acabamos la ecuación con nuevos datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza que afirma, que la pérdida de biodiversidad aumenta el riesgo de transmisión de enfermedades infecciosas entre los seres humanos. Complicado viaje.

Los vertebrados en amenaza de extinción

La evaluación más exhaustiva de los vertebrados del mundo (mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces) confirma que una de cada 5 especies está amenazada de extinción. Sin embargo, la situación sería peor si no fuera por las actuales labores de protección y conservación de la fauna. En este estudio publicado en Science han participado 174 científicos de 115 instituciones y 38 países. Los resultados muestran que, como promedio, 50 especies de mamíferos, aves y anfibios se acercan más a la extinción cada año como consecuencia de los impactos de la expansión de la agricultura, la tala de árboles, la sobreexplotación y la invasión de especies no nativas. Recientemente, 64 especies de mamíferos, aves y anfibios han visto mejorado su estatus como resultado de acciones de conservación emprendidas en todo el mundo.