Bernard Marius y Przemystaw Lotocki inauguraron hace poco más de un mes un bar en Cullera. Pero abrir un negocio en tiempos de crisis obliga a agudizar el ingenio para conseguir clientes y estos jóvenes emprendedores optaron por una original iniciativa: los clientes pueden insultar al camarero de 17 a 21 horas, y los insultos más originales se premian con una bebida gratis. La fórmula ya es hoy todo un éxito.

La original idea les ha sobrepasado y gente de todo el mundo se ha interesado por esta iniciativa. Bernard cuenta que "llaman de todo el mundo para preguntar cómo funciona y venir aquí". Hace unas semanas dos mujeres de Cerdeña que estaban recorriendo con su yate el Mediterráneo pararon en Cullera para visitar el bar. "Lo habían visto en Internet y navegaron hasta aquí", explica el camarero. Otro hombre de Chicago ha llamado al bar para saber si estará abierto cuando él coja sus vacaciones. Los propietarios se confiesan sorprendidos por la magnitud que ha alcanzado su propuesta: Bernard dice "no me lo creo ni yo mismo". Al bar Casa Pocho también acuden turistas más próximos, procedentes de Madrid y de otros sitios de España y Europa y, también, clientes de la propia ciudad.

El "bar de los insultos", como ya es conocido en Cullera, ha conseguido aumentar rápidamente su clientela y sus ventas. Bernard comenta que la gente suele "cortarse" bastante a la hora de insultar: "Hay que pincharlos, si no no insultan". Pero cuando ya van varias veces al bar y cogen confianza, el insulto ya sale más espontáneamente. Muchos insultos se meten con el aspecto físico de Bernard, que es camarero, que lo que más suele oír es forellut (orejudo).

Las más atrevidas son las chicas, que muchas veces lo dicen hasta cariñosamente, como queriendo ligar con el camarero: "Cabrón, ven aquí que me gustaríaÉ". Y es que, dicen, con esta iniciativa también han hecho muchos amigos. Por ahora ningún cliente se ha sobrepasado ni ha dicho insultos groseros, pero si los camareros notan que alguien es más maleducado intentan pasar de ellos.