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Hubo un tiempo en el que los alcaldes del Camp de Túria eran muy optimistas. No hace mucho de eso. Desde su despacho veían cómo sus municipios iban a multiplicar su población, que se edificarían miles de viviendas, que las constructoras traerían servicios nuevos y que gentes de otros lugares no tendrían ninguna duda en cambiar de residencia y comprar una casa en una nueva urbanización. Estas visiones dejaron de tener forma de maqueta y empezaron a hacerse realidad, mientras el dinero de las licencias urbanísticas llenaba las arcas municipales y las tasas de desempleo coqueteaban con el número cero.

Pero el sueño urbanístico ya pasó. Se han dejado de construir viviendas y muchos chalés siguen sin ocupar mientras los hierbajos invaden sus jardines. Es la Crisis, así, en mayúscula. Especialmente dura para una comarca que había confiado casi todo su progreso, presente y futuro, en el ladrillo.

El "casi todo" es porque varios de estos municipios, además de nuevas urbanizaciones, también reservaron una parte de su territorio para hacer polígonos industriales. La idea era buena: diversificar las fuentes de riqueza y dar empleo a los vecinos. Pero la misma crisis que ha inutilizado al ladrillo está deshaciendo también estos sueños industriales.

Hay municipios que se salvan, como Riba-roja, con dos grandes polígonos -El Oliveral y Reva- consolidados y con miles de trabajadores. Eran el ejemplo a seguir por Llíria, una capital comarcal sin un gran núcleo industrial. Cuando la Generalitat presentó el proyecto de ampliar la autovía CV-35, el ayuntamiento edetano vio que esa era una buena oportunidad. Y planificó en la partida de "les Carrasses" -campos de naranjos y huertas situadas entre Llíria y Casinos- un sector industrial de 1,2 millones de metros para grandes empresas y grandes comercios.

El 14 de enero de 2008 la consellera de Industria, Belén Juste, colocaba la primera piedra del nuevo polígono. Ese día, el alcalde Manuel Izquierdo calificó "les Carrasses" como el futuro motor de empleo de la comarca, y aseguró que varias firmas ya habían mostrado su interés en instalarse allí.

A día de hoy, las obras están a punto de acabar y algunos propietarios de terrenos que durante estos años han ido pagando los costes de la urbanización, ven preocupados que las empresas que habían mostrado su interés se han quedado en eso, en el interés.

Es el caso de Enrique, que obtuvo una parcela en Les Carrasses tras una expropiación en suelo urbano y que ya ha pagado cerca de 25.000 euros en cuotas urbanísticas. "Nos dijeron que tendríamos muchas ofertas. Pero podríamos contar con los dedos de una mano los que se han puesto en contacto con nosotros. Ha sido una fantasía y nos hemos dejado engañar".

El alcalde Manuel Izquierdo reconoce que es "mala época" para que el polígono empiece a recibir fábricas y comercios, aunque sigue afirmando que varias empresas se han interesado por las posibilidades de "les Carrasses". "Pero no puedo decir nada más". Eso sí, los precios ya han bajado notablemente. "Hace dos años se vendía el metro de suelo urbanizado a 198 euros. Ahora no pasa de 120 o 130".

Suelo vendido y naves vacías

Bétera es otro de los municipios que planificaron la conversión de terrenos agrícolas en suelo industrial. Se aprobaron dos polígonos con un total de 870.000 metros cuadrados con la idea de concentrar en un sólo lugar las pequeñas empresas dispersas por el término y atraer a nuevas.

El primero de estos polígonos, el I-3, de 41 hectáreas, ya es una realidad, aunque quizá no la realidad que esperaban el ayuntamiento y los inversores que compraron las parcelas para revenderlas después. Muchas continúan vacías, así como las naves que levantaron para alquilarlas. Según el edil de Urbanismo, Javier Alapont, el 60% de las parcelas están vendidas, "otra cosa es que estén trabajando". Ante este panorama no es de extrañar que el proyecto del otro polígono, se haya ralentizado por suerte para sus propietarios.