Después de unos 35 años enrolladas y guardadas en cajas, Gandia tiene ya avanzados los trabajos de restauración de los lienzos de las antiguas pinturas que ornaban los muros interiores de la desaparecida sala capitular del convento de las Clarisas. Son un total de 43 murales de los siglos XVII y XVIII que, almacenados en el archivo municipal, habían caído casi en el olvido y se rescatan ahora en el marco de uno de los principales proyectos de restauración de patrimonio puestos en marcha con el V Centenario del nacimiento de Francesc de Borja.

Por el momento, ya se ha restaurado buena parte de las piezas durante dos años de trabajo, y la encargada de las labores de recuperación, Silvia Martínez, estimó ayer que en el plazo de otro año podría estar restaurada la totalidad de las piezas.

La Casa de la Cultura acoge desde hoy una exposición con parte de los lienzos que, en el futuro, serán uno de los elementos centrales del Museu de les Clarisses, cuyas obras ya se han adjudicado. Con ello, resaltó el director del gabinete municipal de Políticas de Prosperidad y Empresa, Nèstor Novell, tanto los gandienses como los visitantes "podrán disfrutar de lo que nuestros antepasados hicieron, en este caso con mucho acierto".

Asimismo, auguró que el futuro Museu de les Clarisses será un referente en las visitas turísticas a la ciudad.

No está siendo fácil la labor de restauración. Las 43 obras "venían enrolladas y en cajas" y ha sido necesaria una intensa tarea de limpieza, tanto manual como química, antes de proceder a la restauración pictórica y cromática, según expuso Silvia Martínez.

Para el comisario de la exposición que permanecerá abierta desde hoy y hasta el 21 de agosto, Vicent Pellicer, "es una gran sorpresa" haber podido recuperar "estas magníficas pinturas" que estaban "durmiendo más de 30 años en cajas en el archivo municipal".

Pellicer recordó que, a partir del derribo de la sala capitular en 1974, una empresa de Barcelona puntera en este tipo de procedimientos se encargó de pasar a lienzos las pinturas al temple de los muros y la bóveda del edificio reducido a escombros.

Aquella innovadora apuesta realizada en 1974 para que el derribo de la sala no supusiera la desaparición de las pinturas permite ahora rescatarlas del olvido.