Cada primero de agosto, el litoral de la Safor acoge a decenas de miles de personas que buscan en las playas su lugar de vacaciones. Un fenómeno al que ya hace décadas que los municipios de la costa se fueron acostumbrando pero que, en realidad, tiene sus orígenes mucho más atrás en el tiempo. Los pioneros del turismo en la Safor hay que buscarlos en el tránsito del siglo XIX al XX, mucho antes del denominado "boom" de los 50 y 60, que acabó de convertir el turismo en un fenómeno de masas.

Son ya diversas las aportaciones historiográficas sobre la evolución del turismo en la comarca, como las realizadas por los geógrafos Antonio López Gómez (sobre las barracas tradicionales) y Fernando Arroyo Illera (sobre los inicios de las construcciones playeras en Tavernes). Pero en los últimos años la labor de Jesús Alonso y Vicent Olaso, desde el Arxiu Històric de Gandia, permite conocer con mucho más detalle el largo camino recorrido por el turismo hasta la actualidad: Cómo, primero, se superan los miedos a un mar del que llegaban piratas y enfermedades y arranca un incipiente turismo para las clases adineradas; y cómo, después, las vacaciones en el mar empiezan a ser un fenómeno de masas.

Como narran Olaso y Alonso, Josep Antoni Cavanilles dejó constancia ya en el siglo XVIII del inicio del disfrute del mar por burgueses valencianos que hicieron las primeras casas en las playas de la capital del Turia. Empezaban a romperse así los viejos esquemas, por los que el mar era un territorio que infundía terror, un sentimiento heredado principalmente de los tiempos de la piratería, que había obligado a fortificar la costa con una extensa red de torres vigía y construcciones defensivas. También por el mar habían llegado las enfermedades palúdicas.

En el siglo XIX se empezó a perder ese miedo. Ya en el ocaso de la centuria, se iniciaron los primeros procesos de saneamiento y urbanización en los graos, que empezaban a convertirse en lugares de moda para el contacto con el mar ligado a la idea de salud.

Y Gandia no quedó al margen de la nueva corriente. En 1899, se proyectó el primer balneario para su playa de Venècia, presentado por Silvestre Furió. Existe constancia de otro proyecto para un segundo balneario en 1932, si bien parece que nunca llegó a construirse.

Pero en estas primeras décadas del XX, los balnearios eran sólo una parte de la actividad que comenzaba a aflorar en la costa de la Safor. El ocio y el descanso iniciaron también entonces su matrimonio con la playa, donde se abrieron recintos de baile, cines al aire libre, casetas y chiringuitos.

La Safor vio levantar los primeros chalés costeros. El primero edificado en la playa de Gandia lo hizo Diego Morell en 1909. En aquellos mismos años, aparecieron también las primeras construcciones en la playa de Oliva, ligadas a negociantes de la naranja, como las de Martí de Veses o el médico Boscà i Soler.

"Paralelamente al turismo burgués, se desarrollaba otro más popular y local", resalta Jesús Alonso en uno de sus estudios. El turismo "de las paellas, las marellades (canciones de los marenys) y la imaginación desbordante, que era capaz de asociar la desembocadura del Serpis con la misma Venecia italiana".

Tras el brusco paréntesis de la Guerra Civil y las dificultades de la posguerra, hacia los años 50 retoma el vuelo el turismo, ya como fenómeno de masas. Con ello, nace una industria que reactiva económica y demográficamente a los municipios del litoral de la Safor, mientras la línea de costa se llena de bloques de apartamentos. Desde 1960, Gandia ha cuadruplicado su población, y similar crecimiento se ha dado en el resto del litoral comarcal.