Sólo la música pudo calmar la expectación. Tras conquistar los sentimientos de la audiencia, el nuevo Himno a Millares desembocó en una ovación sonora y sincera. Era la noche del 4 de agosto de 2002, y la plaza Hichidor de Millares, escondida entre sus estrechas y empinadas calles, reunía a sus cuatrocientos vecinos para escuchar a la banda de música estrenar el esperado himno oficial del municipio.

Los aplausos certificaron el éxito. Tras los últimos acordes, el párroco José Vicente Calabuig dirigió una mirada cómplice a Francisco Javier Martínez Arcos, compositor del himno y amigo desde la infancia. El esfuerzo había valido la pena. Mientras tanto, el hijo de Francisco Javier aplaudía como uno más. Javier Martínez Campos tenía 13 años, y en aquel momento desconocía que ocho veranos más tarde, Dos Aguas, el pueblo vecino de Millares, le confiaría la creación de su nuevo himno. Ha llegado la hora de que Dos Aguas iguale a Millares, y de que Javier supere a su padre.

Melodías "caídas del cielo"

Apenas 4 kilómetros separan a los habitantes de Dos Aguas, cerca de trescientos, de sus vecinos de Millares. Dos pueblos tan parecidos como distintos, que viven escondidos tras las innegociables curvas dibujadas sobre la montañosa frontera que separa la Ribera Alta de la La Hoya de Buñol y la Canal de Navarrés. La sinuosa carretera que comunica estas localidades con los pueblos del alrededor -Real o Llombai- ha obligado a millarenses y dosagüeños a repartirse, durante siglos, los recursos indispensables para el día a día. No sólo los cultivos, el transporte o la escuela, también el párroco.

José Vicente Calabuig nació hace 48 años en Carlet. Allí empezó a estudiar la carrera de violín, que a falta de un curso para licenciarse, decidió abandonar para coger los hábitos y ofrecer su vocación religiosa a la Iglesia católica. Aquella decisión le conduciría a Dos Aguas y Millares, de donde es el sacerdote desde el 2001. Don Vicente, como es conocido por los vecinos, oficia misa en los dos pueblos, y no deja de ir de aquí para allá con sus bártulos, lo que le ha llevado a más de una aventura. Sin embargo, nunca dejó de amar la música. Fue por eso por lo que un día, mientras visitaba la casa de una de sus feligresas, Amparo Pérez, desempolvó un poema que, inconscientemente, imaginó musicado. "El ser cura hace que conozcas muchas cosas de la vida de la gente del pueblo", afirma el párroco. "Sabía que a Amparo le gustaba escribir, y además que lo hacía muy bien", añade. "Un día me mostró unos versos preciosos, y pensé que aquellas estrofas podían quedar muy bien con música".

Don Vicente no pensó en aquellas rimas como himno de Millares, pero sí en una canción dedicada al pueblo. "Lo más importante es que no trataba ninguna ideología en concreto, algo fundamental para que todos los vecinos la acepten", explica el sacerdote. Con la letra "caída del cielo", faltaba la otra mitad del proyecto: la música. Para ello, el cura no dudó en descolgar el teléfono y llamar a un viejo amigo, Francisco Javier Martínez, también natural de Carlet. Conocedor de sus estudios de composición en Madrid, estaba seguro de que no rechazaría la idea de componer el himno para Millares.

"Me quedé sorprendido al principio, pero le dije que sí" recuerda el músico. "Acordamos en que me pasaría la letra del himno, y con ella fui trabajando la música durante dos meses, en mi tiempo libre". "Calabuig me explicó cómo era la banda y me puse a componer inspirándome en el Himne Regional de Serrano. Ahora creo que lo tocan siempre que hacen un concierto".

Don Vicente tuvo que tirar de su don de gentes para que todo el trabajo viera la luz. "Envié el himno al alcalde, y le dije que si gustaba, ¿por qué no podría ser el oficial?". El resto de la historia ya es conocida.

Dos Aguas pide igualdad

Vicente Calabuig también es párroco de Dos Aguas, y la injusticia musical e identitaria que sufren los dosagüeños respecto a su vecinos ha provocado que el sacerdote y el alcalde, José Ramón Grau, hayan decidido poner remedio a la situación. Hace unos meses, don Vicente volvió a llamar al mismo teléfono que ocho años antes. Esta vez no buscaba a Francisco Javier, sino a su hijo. Con los estudios de composición en marcha, Javier aceptó el desafío de emular a su padre, y de paso, dejar en buen lugar al pueblo de Dos Aguas. "Cuando me lo dijo Calabuig no me lo esperaba, pero ahora lo afronto contento y con ilusión" explica Javier. "Tengo que esperar a la letra para ver cómo estructuro el himno, pero posiblemente eche un vistazo al Himne Regional, e incluso al de Millares para ver cómo están hechos".

Con 20 años, el reto de crear un himno no asusta a Javier, "nunca he hecho ningún un himno, pero sí obras corales, así que espero que no sea demasiado difícil".

El problema es la falta de una letra sobre la que diseñar el himno. "Nos reunimos para ver cómo podríamos obtener una letra que guste al pueblo" afirma don Vicente. "La idea era un concurso con premio en metálico, pero estudiamos otras cosas". Javier ya trabaja en nuevas melodías que, tal como hizo su padre, puedan encerrar la identidad de un pueblo. Serán distintas notas con distintos compases, que harán sonar distintos músicos, pero ambos reflejarán dos pueblos que viven tan unidos como los artífices de sus himnos.