Hubo un tiempo en el que los templarios dominaron la huerta del norte de Valencia. Aquellos monjes guerreros utilizaron su fuerza y su influencia para hacerse con la tierra y explotarla, cogieron el paisaje que los musulmanes ya habían transformado y lo adaptaron a sus necesidades. Aprovecharon las acequias, reparcelaron los campos, adaptaron nuevos cultivos y controlaron un grupo de antiguas alquerías moras que, todas juntas, pasaron a formar parte de la Batlia de Moncada. Aún hoy en día las líneas maestras de ese mundo rural, que antes que cristiano fue musulmán, siguen dibujando el paisaje de esta zona de l'Horta.

Así lo aseguran los historiadores Enric Guinot y Ferran Esquilache, autores del libro "Moncada i l'Ordre del Temple en el segle XIII", que se ha presentado en el ayuntamiento de esta localidad. A partir de 150 pergaminos rescatados del antiguo archivo militar de la Orden de Montesa, heredera de los templarios en tierras valencianas, Guinot y Esquilache han estudiado de forma detallada el nacimiento de una comunidad cristiana tras la conquista de Jaume I y, sobre todo, la "cristianización" del paisaje agrícola y rural andalusí.

"La morfología de la huerta formada por los caminos, las acequias de distribución de agua, el lugar en el que estaban las poblaciones y las formas de las parcelas sigue siendo la misma que encontraron los cristianos" cuando repoblaron Moncada, Borbotó, Carpesa, Alfara, Massarojos y Benifaraig, según explicaba Guinot. "Estas cuatro cosas apenas han cambiado en los últimos mil años". Es decir -y dejando a parte nostalgias folclóricas- los documentos analizados por estos historiadores permiten determinar que, disimulados entre campos de naranjos, nuevas carreteras, polígonos industriales y urbes modernas, existe una huerta histórica y milenaria.

Aunque centrado en la repoblación cristiana en tiempos de Jaume I, el libro editado por la Institució Alfons el Magnànim con la ayuda del Ayuntamiento de Moncada se inicia con un repaso a la Moncada musulmana, varias alquerías dispersas y una torre refugio que el Conqueridor -cuando en el Llibre dels Feits recordaba su asedio en 1235- calificó como "de les mellors torres de total l'horta".

En 1236, y tras convertir en esclavos a sus habitantes musulmanes, el monarca entregó estas tierras al noble catalán Pere de Montcada, pero éste se la vendió al propio rey en 1240 sin haberlas repoblado, por lo que Jaume I donó las tierras a la milicia de la localidad ilerdense de Tremp, cuyos miembros habían participado en la conquista del "cap i casal". Tampoco esta donación cuajó y de los de Tremp pasó a la milicia de los aragoneses de Calatayud, que adquirieron la propiedad de las tierras.

Se inició entonces un mercadeo con las huertas y casas de Moncada y su entorno. Mientras, los templarios reclamaban al rey una compensación por no haberles entregado la alquería de Russafa, tal como les había prometido Pere el Catòlic bastante antes de la reconquista. Y esa compensación tenía un nombre: Moncada

Tal como reflejan los documentos estudiados por Guinot y Esquilache, Jaume I tuvo que comprar de nuevo esas tierras para donárselas a la orden. Pero los monjes, según sospechan los historiadores, también hicieron valer la fuerza para adquirir la totalidad de las propiedades y poder formar la Batlia de Moncada, una señoría templaria que duró hasta 1307 y después pasó a la Orden de Montesa.

El Temple aprovechó los sistemas de riego, huertas, pueblos y alquerías musulmanas y los adaptó a la nueva sociedad. Los templarios cambiaron algunas cosas -como el sistema de medida de la "fanecada" que se recoge en els Furs- e introdujeron nuevos cultivos como la viña. Ampliaron el sistema de regadíos y repoblaron el lugar con nuevas familias, que se asentaron allí y que son los orígenes del paisaje rural que aún sobrevive.

Un estudio sobre una historia colectiva

"Hemos contado una historia colectiva". Así define Enric Guinot este exhaustivo estudio sobre la Moncada del siglo XIII. Exhaustivo no sólo por el "tesoro" de los documentos templarios, sino también por la precisa relación de nombres de los primeros repobladores de la Batlia, por la esquematización de las ventas de propiedades entre 1240 y 1250, y por los mapas en los que se puede observar la evolución del paisaje rural en aquel siglo. Tal como ha destacado el alcalde de Moncada, este libro demuestra que las" raíces de nuestra ciudad se asientan sobre un gran legado histórico".