¿Qué tienen en común el rey Juan Carlos I, Julio Iglesias y Jorge Valdano? Pues un pequeño utensilio artesanal que desde hace siglos se ha ido consolidando como una de las imágenes identificatorias de Sagunt: el colcho, un curioso botijo fabricado de corcho que desde hace años es un regalo imprescindible para los visitantes a la histórica capital de El Camp de Morvedre.

Estos son sólo tres de los propietarios ilustres de este curioso artilugio cuya utilidad originaria era mantener fresca el agua. Sin embargo, la lista es mucho más larga, tal y como recoge Javier Latorre en un reciente estudio donde recoge la historia del colcho. Allí encontramos personajes tan curiosos como Lord Carnarvon y Howar Carter, descubridores de la tumba de Tutankamon y poseedores de dos botijos de corcho de gran tamaño. O el rey Alfonso XIII, el jalifa Muley Hassan del Marruecos de principios del siglo XX, o el que fuera presidente Antonio Maura.

Otro presidente más reciente que recibió uno de esto colchos fue Felipe González. Pero la lista de políticos es larga incluyendo entre otros Eduardo Zaplana, Manuel Fraga, Alberto Ruiz Gallardón o Rodrigo Rato. Todos ellos tuvieron o tienen estos peculiares botijos construidos con un cilindro de corcho, reforzado con aros de metal ricamente gravados. Su tradición parece remontarse al siglo XVIII cuando los artesanos locales parece que aplicaron al transporte del agua fresca su experiencia tonelera en un momento en que Sagunt era conocido como productor de vino. Eso y la facilidad para acceder a la materia prima a partir de los alcornocales próximos de la sierra Espadán.

Desaparición

Sin embargo, la evolución y los cambios sociales hizo que a finales de los años 60 no quedara ningún artesano que los construyera. Y así quedó perdido este arte hasta principios de los años 80, cuando el centro ocupacional Sant Cristòfol, que atiende a chavales con problemas de discapacidad, comenzó a recuperar las técnicas para fabricar y restaurar este tipo de piezas. De hecho, desde 1984 el centro tiene la patente del producto. Y fue aquí donde Latorre entró en contacto con el colcho al entrar a trabajar como monitor del centro. Hoy si de algo está satisfecho es del trabajo de los trece alumnos con discapacidad psíquica que mantienen viva este labor. "Ellos no lo saben, pero bajo sus manos se encuentra el orgullo y la responsabilidad de ser los últimos porteadores de una tradición", señala.