­Si los recursos del PP no lo impiden, el bastón de mando del Ayuntamiento de Alberic volverá a cambiar de manos el próximo viernes. Es la fecha señalada para el pleno de la moción de censura que convertirá a Toño Carratalá en el tercer alcalde que preside el consistorio en poco más de dos años. Carratalá ocupará un sillón que parece maldito. Sus últimos inquilinos lo han tenido que dejar de forma brusca y, en algunos casos, con su prestigio muy erosionado. «Alberic no ha tenido suerte con los alcaldes desde la época de José María Álvarez (1987-1991)», lamentaba un vecino, ya que todos sus sucesores han dejado en el subconsciente colectivo un mal recuerdo tras una etapa final convulsa.

Empezando por Domingo Morcillo, posiblemente el alcalde más carismático que ha tenido Alberic, y acabando por Faustino Sala, que cerró la anterior legislatura enfrentado a los concejales de su grupo y empezó la nueva del mismo modo tras tomar el relevo del polémico Enrique Carpi.

Cierto es que cada caso es distinto y mientras Morcillo perdió la alcaldía en unas elecciones, a Carpi fue el partido el que le obligó a dimitir bajo la amenaza de una moción de censura que, en el caso de Sala, se hará efectiva exactamente con los mismos actores que se barajaron a finales de 2009: los propios concejales del PP y los de Coalición Valenciana. La diferencia estriba en que entonces el partido avaló la maniobra y en este caso la ha desautorizado. Domingo Morcillo irrumpió en la política local con una arrolladora victoria en el año 1991 tras trabajar muchos años por los valores democráticos durante la transición. Concurría como cabeza de lista de Esquerra Unida y consiguió una mayoría absoluta impensable para estas siglas con otro candidato.

Fue además el primer coordinador comarcal de Esquerra Unida y portavoz de esta formación en la Federación Valenciana de Municipios y Provincias, cargos que le dieron una proyección política que le llevó a formar parte de la candidatura de EU al Congreso de los Diputados. Sin embargo, tras una etapa inicial marcada por su proximidad al pueblo, fue perdiendo popularidad. Una desordenada vida personal, a pesar de su delicada salud, minó poco a poco su carrera política especialmente en su segundo mandato como alcalde, en el que se apoyó en el PSOE para gobernar tras perder la mayoría absoluta. En esta segunda etapa la erosión de su imagen se aceleró. Los roces con la oposición, que denunciaba una actitud prepotente y una mala gestión, se multiplicaron —con denuncias en el juzgado incluidas— y el electorado le fue abandonando. Morcillo repetiría dos veces más como candidato, aunque fue perdiendo apoyos paulatinamente y acabó sentado en el banco de la oposición como único concejal de su grupo, un escaño que abandonó unos meses antes fallecer en agosto de 2005 a los 50 años de edad.

Trayectorias similares

Una trayectoria muy similar en lo personal recorrió el exalcalde Enrique Carpi. Tomó el relevo de Morcillo en el año 1999 al ganar por primera vez para el PP la alcaldía de Alberic y, además, con mayoría absoluta. Renovó la confianza del electorado en dos ocasiones más, pero los sucesivos escándalos tanto en su vida pública como en la privada empezaron a pasarle factura en 2007. Primero en su propio grupo y posteriormente en las urnas, después de que cuatro de los concejales que le habían acompañado dejaran el PP para impulsar una candidatura de Coalición Valenciana que le puso contra las cuerdas al perder la mayoría absoluta.

Carpi desbarató la negociación abierta para formar un gobierno alternativo con la incorporación al suyo, con sueldo, de la única concejal del PSOE, a pesar del pacto antitransfuguismo firmado por el PP. A su controvertida gestión, marcada por la red clientelar tejida en el consistorio y las sospechas de irregularidades urbanísticas que incluso llevaron a la oposición a acudir al juzgado —aunque las diferentes denuncias han acabado archivadas— hay que añadir una vida privada que corría de boca en boca por la ciudad.

Su aparición en un pleno con el ojo amoratado producto de una agresión y una denuncia por abuso sexual que derivó incluso en su detención cuando ya había dejado el cargo —y de la que finalmente ha sido absuelto— marcaron el colofón a una trayectoria de desprestigio que la dirección del PP quiso frenar forzando su dimisión a finales de 2009. La precipitada salida de Carpi del ayuntamiento por motivos de salud y personales, según la versión oficial, dejó a Faustino Sala en primera línea de fuego a pesar de que se había incorporado a la lista del PP como independiente y ocupaba el tercer puesto.

Sala se convirtió en alcalde a finales de noviembre, rompió con la exconcejal del PSOE y llegó a firmar un pacto de gobierno con Coalición Valenciana, que sólo duró un par de meses pero, al margen de concluir la legislatura en minoría, el problema lo tenía en su propio grupo. Acabó enfrentado y sin hablarse con la mayoría de los concejales del PP y su imposición como candidato por el presidente comarcal provocó la dimisión de la ejecutiva local.

El sueldo de Sala

A pesar de concurrir a las elecciones con una lista completamente renovada en la que solo repetía un concejal, los problemas se reprodujeron, abrieron una grave crisis en el gobierno municipal que ha derivado en la presentación de una moción de censura que se debatirá previsiblemente el próximo viernes. Pero uno de los aspectos que más ha dañado la imagen de Faustino Sala en la calle fue su propuesta de asignarse un sueldo de casi 50.722 euros que fue rechazada por el pleno. Como señalaban algunos vecinos, Sala entró en el ayuntamiento como «don Faustino» por el prestigio que como maestro tenía y ha pasado a ser «solo Faustino».