El Racó de l'Anell es la huerta valenciana pura y dura. Recibe este nombre porque allí, al norte de la ciudad, se cruzan, aunque sin mezclar sus aguas, las históricas acequias de Les Fonts y Rascanya formando una especie de anillo. En sus campos se cultivan patatas, lechugas, coles y, sobre todo, chufa. Desde una docena de alquerías, la mayoría habitadas durante todo el año, se ve a lo lejos el abarrotado barrio de Torrefiel y el trajín del tráfico de la Ronda Norte y de la antigua carretera de Barcelona. Sólo una enorme pintada en la pared de una de las alquerías desentona en este paisaje que sobrevive a espaldas de la gran ciudad: "L'Horta és vida. Salvem el Racó de l'Anell".

Mª Carmen y Paco "el Xarrín", los dueños de esta alquería que antes fue una barraca y mucho antes ni se sabe, nunca se han quejado por el mural que destaca sobre su pared encalada. Su vivienda es una de las afectadas por un nuevo vial previsto en la Revisión Simplificada del Plan General de Valencia para unir la avenida Antonio Machado con el suroeste de Tavernes Blanques. Una carretera que, si los planes urbanísticos se cumplen tal como se diseñaron, será parte del gran "corredor comarcal" que algún día deberá llegar hasta Moncada y la V-21.

En diciembre de 2010, las familias que desde hace más de un siglo habitan el Racó de l'Anell presentaron alegaciones conjuntas e individuales contra este proyecto de carretera que supondrá la desaparición de siete de las doce alquerías, afectará a una más y transformará para siempre este sector de huerta que desde 1982 está declarado de especial protección agrícola y que ahora podrá convertirse en una nueva bolsa de suelo urbano. Por el momento, los técnicos municipales no han contestado a estas alegaciones y los vecinos del "camí" siguen sin saber si su futuro está lejos de allí. "Por ahora nos está salvando la crisis -asegura Mª Carmen-. Ni tienen dinero para hacer la carretera ni para hacer las casas nuevas, pero cuando lo tengan, ya veremos dónde vamos".

Según la revisión del plan general, la decisión de atravesar con un gran corredor de asfalto las masías y huertas del Racó se justifica en que es un lugar en proceso de degradación. "Cómo sí esto no tuviera valor cultural y agrícola. Cómo si no viviera gente aquí o las casas se estuvieran cayendo", remarca Joan Crespo, "el Xirivellano", profesor del instituto de Tavernes y que hace las veces de movilizador de sus vecinos. "Esto es como lo del Cabanyal o lo de la carretera que iban a hacer en Castellar. Lo malo que allí son cientos los que protestan porque hay cientos de casas, y aquí sólo somos doce alquerías".

En una de ellas nació Cecilia en la segunda década del siglo XX. Hacía poco que su casa, la alquería de Suria, había dejado de ser una barraca. Hoy, además de un corral con una antigua tartana, gallinas, un poni y un perro sordo, el hogar de Cecilia tiene hasta conexión a internet que utilizan su hija y nietos. "La carretera pasa justo por donde está mi casa. Yo no sé si lo veré", dice mientras señala la curiosa estructura de madera que sostiene del techo de su corral y que, según dice, han venido a ver y fotografíar varios arquitectos.

A escasos metros de la de Suria está la alquería de Canelda, en la que vive Rafa Osuna, miembro del Consell Regulador de la Xufa, agricultor de los de antes y enamorado del patrimonio que le han dejado sus padres. Cuida sus tierras y las de sus vecinos con mimo, y de eso vive. "Esta es una tierra única", asegura, y no sólo porque la riegan dos grandes acequias. "Nuestros antepasados iban a la playa con sus carros y los cargaban de arena, la secaban, la tiraban a las pocilgas y después la utilizaban para estercolar el campo. Es una tierra rica como pocas y muy trabajada".

El "camí del Racó" sigue entre huertas y alquerías -la de Casani, la de Xenillach, la de Tomás, la del Xirivellano...-, que desaparecerán si se aprueba tal como se plantea el PGOU. Pepe, dueño de la del Coixo, se asoma a la puerta y dice: "aquí la tierra la trabajamos. Si desaparece el campo y las casas, desapareceremos las personas".

El "camí del racó" termina en las alquerías de Amparo y Paco, Casa Carrils, donde hay colgada una pizarrita en la que los agricultores apuntan sus tandas de riego. "Este es un lugar privilegiado de Valencia -destaca Amparo-. Aquí viene gente con cochazos para preguntarme si mi casa estaba en venta... Pero yo no quiero vender mi casa ni levantarme por las mañanas, asomarme y ver una carretera donde antes estaba este huerto".