Los huertos urbanos están de moda; al menos entre cierto sector de la población porque, entre otro -jubilados y gente procedente del medio rural-, siempre lo estuvieron. De hecho, fueron muchos los que, durante el boom de la inmigración interior de la década de los 60 y 70, se hicieron con un pedazo de suelo cerca de sus hogares para cultivar la tierra y pasar el día en los fines de semana. Así, fueron tejiendo parte del actual paisaje de l'Horta, donde aún es fácil encontrar pequeños e improvisados huertos en las bolsas de cultivo que sobreviven.

Sin embargo, la presión urbanística y su hambre voraz de suelo acabó con muchos de estos terrenos, obligando a los agricultores aficionados a resignarse a su pérdida o buscar alternativas. Y en Alfafar, Massanassa y Benetússer, optaron por lo último. Allí, numerosos amateurs de la agricultura encontraron un filón en la estrecha lengua que queda entre las vías del tren y el Parc 8 de març, en Alfafar, donde desde hace años mantienen unos minúsculos e impolutos huertecillos, visibles únicamente desde el puente sobre las vías, ya que la zona verde los separa del área urbana.

El suelo no es ni propiedad suya ni del ayuntamiento. "Pertenece a Renfe", explica Antonio, uno de ellos. En realidad, es del Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF), pero, a efectos prácticos, "es lo mismo porque, si un día vienen y nos tiran, nos tendremos que ir sin rechistar".

Cuando él -jubilado desde hace tiempo- descubrió la zona en 2007, "ya había otros". Dispone de 3 m2 de huerto del que obtiene "verdura y hortalizas para el consumo de casa, nada más". Este año ha plantado patatas, cebollas, zanahorias y tomates, aunque no tiene demasiada fe en lograr una buena cosecha. "Ya me han robado por lo menos cuatro veces desde enero -cuenta-, y no es que me sepa mal, es que ya me da miedo que me hagan daño a mí o a otro pensionista si los sorprendemos aquí". De hecho, hubo una vez en que Antonio llegó a ver cómo sustraían los frutos de la huerta -en las parcelas no hay nada más-, pero se hizo "el despistado" y siguió su camino para evitar un enfrentamiento.

Al principio de llegar él "no había ladrones", pero luego vino la crisis y empezaron los hurtos, primero espaciados en el tiempo, y ahora "continuos" y hasta "dejar las plantas sin cosecha". Pero, aunque le duela, ni él ni ninguno de los otros agricultores -todos jubilados- puede quejarse, porque "el terreno no es nuestro", dice.

Un perímetro hecho de restos

Para organizarse, delimitaron unas diminutas parcelas cercadas por vallas de "restos recogidos de aquí y de allá". Al menos, la zona "ahora está limpia" cuando "antes era un auténtico vertedero", afirma. De hecho, los accesos (se entra por uno de los laterales del parque, cuya vegetación y valla actúa de pantalla) están repletos de basura y trastos, tantos que cada día pasa por allí "un montón de gente en busca de chatarra".

Hasta ahora no ha ocurrido nada más allá de los robos pero, tal como están las cosas, Antonio y el resto de agricultores temen cada vez más encontrarse con un personaje violento y que la desgracia se cruce en su camino. En caso de que así ocurriese, apenas nadie se percataría porque la zona es prácticamente invisible desde las viviendas más cercanas, separadas de las pequeñas huertas por el arbolada valla del parque.

"¿Qué voy a hacer si no me gusta beber ni jugar?"

Antonio, como muchos otros de los agricultores amateurs que cada día acuden a su pequeño huerto para emplear unas horas en los trabajos agrícolas, no tiene otra afición más que ver crecer las hortalizas y verduras que ellos mismos han sembrado con sus manos en estos espacios. "No me gusta irme al bar porque allí lo único que se hace es beber y beber y, encima, hay mucha gente que no tiene otra ocupación que hablar mal de unos y de otros", cuenta el hombre. Eso no le gusta. No le gusta en absoluto. Igual que no le atrae lo más mínimo ir a alguno de los cercanos centros para personas mayores "a jugar al dominó o a las cartas". "No me gusta jugar, ¿qué voy a hacerle?", protesta. Así que prefiere pasar la mañana al sol, escarbando la tierra con sus manos o con una pequeña azada, y empleado "en algo de utilidad en vez de en chismes y diretes"