Cristina Vega, la propietaria de una granja de cabras ubicada en la Muela de Jérica, lanzó ayer una llamada desesperada de socorro a instituciones y particulares para que la ayuden a salvar su explotación y sus animales. La mujer, entre lloros, relató a Levante-EMV que después del terrible incendio del 29 de junio, por falta de alimento y de agua, "al menos 50 de la 900 cabras de la granja han muerto". Vega recordó que el fuego iniciado en Andilla que llegó hasta el Alto Palancia, este verano, arrasó cientos de hectáreas de pastos de Jérica donde pacían las cabras cada día para alimentarse a cambio de un pago a la Junta de Montes. El problema es que al estar calcinados estos prados por el siniestro, los animales se han quedado sin espacios para alimentarse ni para pasear.

En los últimos dos meses, la situación se ha visto empeorada aún más pues la sequía ha provocado que escasee el agua, "hasta el punto que tenemos que bajar por las noches, cuando encerramos en el cercado al ganado para subir garrafas de 20 litros en los coches y darles de beber". Sin embargo, la situación ya es insoportable. "Los animales no resistirán más de una o dos semanas si no recibimos ayuda de alguna institución o de particulares", indicó.

La mayorala explica que las madres no tienen leche para amamantar a los cabritos, "así que por las noches tratamos de alimentarlos con biberón, pero aún así, no llegamos a todos". Desde que ocurrió el incendio, "cada semana perdemos dos o tres ejemplares, adultos y crías".

Cristina Vega sostiene que el Ayuntamiento de Jérica ha recibido unos 200.000 euros en ayudas para paliar los efectos del fuego pero "aquí no hemos visto ni un gramo de pienso ni un céntimo de euro". La dueña del rebaño añade que ha pedido ayuda a la Junta de Montes y a otras instituciones pero no ha conseguido nada. Solamente, "los agricultores de Alcublas, que están recogiendo las almendras, nos han regalado las cáscaras, y con eso, y hojas, estamos alimentado a las cabras", explicó. Pero hasta estas provisiones también se acabarán pronto.

Cada cabra, según la estación del año, se vende entre 70 y 90 euros; y los cabritos entre 30 y 65 euros. Las comercializan para carne a través de Cordelia, la cooperativa de la Vall d' Uixó, a la que venden el ganado.

Cristina Vega está dispuesta a cambiar su trabajo por "unos pocos sacos de pienso o agua", porque "todos los ahorros que teníamos los hemos invertido en la explotación". Mientras, "las cabras están escuálidas, cada vez más delgadas, y no sabemos qué más podemos hacer", finalizó.