El paisaje ribereño de los últimos dos siglos está ligado al color verde. Pero no siempre fue así y tampoco existe la certeza de su supervivencia en un futuro cercano. Durante las dos últimas centurias el cultivo de la naranja ha dejado auténticas postales, una recreación visual que ahora forma parte de la exposición que la Universitat tiene abierta en el Jardí Botànic de Valencia hasta el 11 de marzo. La muestra pone el acento en que nada dura eternamente y tampoco el paisaje. La crisis del cultivo naranjero, la proliferación de campos abandonados, algunos de los cuales un día no muy lejano soñaron con recalificaciones millonarias, los incendios como consecuencia inmediata e incluso la plaga del picudo que sacude los palmerales amenaza con arrebatar a la Ribera su seña de identidad.

Lo explica el profesor de la Universitat, Adrià Besó, comisario de la muestra, que ha querido insertar a modo de advertencia imágenes de naranjos quemados o arrasados «para avisar de que hay una transformación en marcha». La exposición, bajo el título Horts de tarongers. Visions culturals d´un paisatge, muestra fotografías históricas y actuales de colecciones públicas y privadas y material audiovisual, donde la comarca, con estampas de Carcaixent, Alzira o la Pobla Llarga, es protagonista.

«Es una exposición sobre el paisaje, que está arraigado en la tradición cultural valenciana del huerto como jardín, que transformó los secanos y las planas litorales hasta convertirlas en un vergel», señala Besó. El profesor universitario asegura que el paisaje está «en transformación» y cambia siempre que finalizan los ciclos económicos „como el de naranja„ «pero ello no tiene porqué significar su destrucción o su urbanización», añade. «El paisaje está afectado por la crisis, se está transformando y perdiendo y eso tiene repercusiones para la cultura valenciana y esa imagen de la naranja como fuente de prosperidad y seña de identidad», remarca Besó.

La muestra, que llegará durante 2013 a diferentes municipios de la comarca y del resto de la Comunitat Valenciana, se centra en los huertos de naranjos a través de imágenes creadas por la fotografía, la literatura y el cine entre 1880 y 1930, la época dorada para el crecimiento de un paisaje no sólo ligado al naranjo, sino a las palmeras, los cipreses, la casa, los jardines o los paisajes del agua: balsas, acequias o motores de riego, junto a los que se despliegan jardines ornamentales donde la palmera tiene también su protagonismo.

Desde las primeras experiencias en círculos ilustrados de finales del XVIII, el cultivo proporciona a partir de mitad del XIX abundantes beneficios económicos. A partir de 1880, el cultivo de la naranja ya se había generalizado en la costa, desde Castelló a la Safor.

Manifestaciones artísticas y ascenso de la burguesía ligada al cultivo de la naranja

La exposición también analiza los valores culturales del paisaje de la naranja y la aproximación hacia él de autores como Cavanilles, Madoz, Lassala o Bodí. Esa percepción como valor cultural sólo se materializa en círculos ilustrados o en visitantes extranjeros, cautivados por el paisaje. A partir de la época dorada del cultivo, entre 1880 y 1930, es la burguesía la que asume el liderazgo en la expansión agraria valenciana, explica Adrià Besó, el comisario de la muestra. «Es entonces cuando recibe una atención especial por parte de escritores, pintores, fotógrafos o productores de cine que con sus obras elevarán los campos de cultivo de naranja a la categoría de paisaje», subraya. Es en ese tránsito del siglo XIX al XX cuando empiezan a transmitirse unos valores culturales relacionados con la naranja «que serán interiorizados también por los diferentes estratos sociales», asevera Besó. La muestra se estructura en cinco partes y se acerca a la visión del huerto de naranjos y del paisaje citrícola a través de las imágenes creadas por la literatura, el cine y la fotografía entre 1880 y 1930.