El 23 de enero el último inmigrante ilegal se iba del antiguo cuartel de Bonrepòs i Mirambell y a continuación las excavadoras derribaban los edificios castrenses, dejando a su paso miles de toneladas de escombros y basura. Tres meses después, allí no hay más vida que la de las palmeras, los roedores y la de los gatos que alguien alimenta con pienso y restos de otros animales; pero las montañas de escombros y basuras permanecen, nadie ha tocado nada más allá de lo que se hayan llevado los buscadores de chatarra y otros materiales más o menos valiosos.

Según el alcalde Fernando Traver, son las familias propietarias de los terrenos donde se levantó el cuartel las responsables de gestionar la limpieza de esta parcela de más de 70.000 metros cuadrados.