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La mayor estafa de la historia reciente de la banca española contra los pequeños ahorradores ha atrapado también a personas cuya historia sobrecoge. Es el caso de una alcireña, Dolores Ibars, que prácticamente ha perdido toda la capacidad visual, que es sorda y que ha visto como su dinero, 18.000 euros, se ha evaporado. A sus 82 años, ayer se acercó por primera vez a la manifestación de medio centenar de afectados indignados ante las puertas de la oficina de Bankia junto a la plaza Mayor de Alzira.

Su perfil no es precisamente el de un brocker o alguien que se lo juegue todo a la carta de la rentabilidad. Camina con dificultad, ayudada por su nieto, y busca espacio junto a la puerta de acceso a la oficina, junto a una pancarta que los manifestantes han dejado allí para que el resto de clientes de la sucursal conozca el motivo de su reclamación. Dolores saca de su bolso varios papeles arrugados y en uno de ellos se lee con trazo grueso: "preferentes". Es el documento que Bankia le ha dado, a modo de reclamación, para que lo rellene y lo envíe a Madrid. Pero Dolores sólo tiene una idea en la cabeza: no firmar ningún documento porque ya no se fía de nadie. Y al periodista también se lo deja claro cuando se acerca: "No voy a firmar nada".

Para formularle una pregunta hay que coger una libreta y escribirla con rotulador negro y en mayúsculas. Sólo así puede leerla. Sin embargo, la falta de agudeza visual no impidió que le endosaran las preferentes, ese producto que los expertos consideran complejo y de elevado riego.

La mujer cuenta que lleva un año exigiendo su dinero, pero que, como mucho, le ofrecen acciones. "No voy a firmar nada, quiero el dinero, no quiero más papeles", vuelve a repetir.

Los 18.000 euros son todos sus ahorros. Los depositó en Bancaja en 1996 y ella pensaba que era un plazo fijo porque quedaba renovado automáticamente.