La situación de la agricultura en la Safor es tan crítica que ni siquiera los esfuerzos realizados por parte de los ayuntamientos para que se reactive el sector, a través del arrendamiento de parcelas abandonadas a personas en situación de desempleo están teniendo el resultado esperado.

Los "bancos de tierras" impulsados por los gobiernos locales de Gandia, Oliva y Tavernes de la Valldigna no han acabado de seducir a sus vecinos.

En Gandia y Tavernes la demanda de personas que quiere trabajar tierras abandonadas es muy superior a la superficie que se ofrece. El principal problema está básicamente en que los propietarios de estas parcelas no acaban de decidirse a cederlas y prefieren que sigan abandonadas.

En el caso concreto de Gandia ha sido el propio concejal de Agricultura, Toni Rodríguez, quien ha reconocido que la medida ha resultado ser "un fracaso". Apenas tres o cuatro propietarios se mostraron dispuestos a ceder sus tierras, según apuntó, aunque nunca llegó a concretarse ninguna cesión.

En la ciudad de Gandia existía, según cifras de finales del pasado año, un 19 % del total de las 27.814 hanegadas agrícolas del término municipal en estado de abandono. Así al menos lo corroboraba el inventario que elaboró el departamento de Agricultura.

Ese estudio se realizó, precisamente, para elaborar un mapa que sirviera al ayuntamiento para detectar las parcelas abandonadas y ponerse en contacto con sus propietarios por si estaban interesados en ceder sus tierras, una iniciativa que, de momento, no ha cuajado.

A pesar de ello, el concejal Rodríguez no se resiste a que el proyecto fracase y ha anunciado que el plan volverá a reactivarse como una más de las acciones que la ciudad está llevando a cabo con el objetivo de dinamizar el empleo y reducir el número de parados.

El caso de Oliva es distinto. Su concejal, Vicent Santacatalina, aseguró ayer a este periódico que pese a llevar en marcha apenas dos semanas, el consistorio ha registrado unas pocas tierras de propietarios dispuestos a cederlas, así como peticiones de vecinos en paro que quieren trabajarlas. En todo caso, aún es pronto para medir el éxito que esta iniciativa tendrá en Oliva, la ciudad que reúne la mayor extensión agrícola los 31 municipios de la Safor.

En Tavernes de la Valldigna la iniciativa tampoco ha tenido una gran repercusión. Se esperaba más y, de hecho, el departamento que dirige la socialista Carmen Canet aún sigue abierto a que propietarios de campos no cultivados decidan ponerlas a disposición de quienes estén interesados en sacarle rendimiento.

En el principal municipio de la Valldigna apenas han sido cuatro las operaciones que se han llevado a cabo, más que en Gandia. "Hay más demanda que oferta. Sí que hay gente que se interesa por si tenemos tierras para arrendar, pero poca que esté interesada en ponerlas a disposición del arrendatario", reconoce la concejala.

Canet encuentra los motivos en el hecho de que los propietarios prefieren abandonarlas y esperar a que en un futuro se urbanice en las zonas donde tienen situadas sus parcelas y poder sacar un buen pellizco por ellas, pero la concejala considera que "mientras eso llegue tampoco pasaría nada por ceder el terreno".

Auténticos polvorines

Las tierras abandonadas, cuya extensión ha proliferado en los últimos años por culpa de la crisis del sector agrícola, suponen un importante combustible en caso de incendio forestal. De hecho, algunos ayuntamientos obligan a los propietarios a mantenerlas saneadas y libres de rastrojos y ramas secas, con la advertencia de que podrían recaer sanciones sobre quienes no lo hagan.

Con los "bancos de tierra" los consistorios son los que impulsan el trueque entre propietarios y posibles arrendatarios a bajos precios, actuando posteriormente de mediadores sin participar en ningún momento en las condiciones del acuerdo al que lleguen el propietario y el posible arrendatario. Aunque la agricultura dé ahora mismo para poco, muchas familias sin recursos sí consideran que algo de beneficio podrían sacar de los campos baldíos.