Los escraches que se han hecho populares en la política española han llegado a la Ribera. Una decena de personas se concentró durante el fin de semana en la casa de la nueva alcaldesa de Antella, Amparo Estarlich, para protestar por las denuncias que el municipio establece por estacionar en el casco urbano, una medida que se ha puesto en práctica este verano para proteger a los vecinos de la localidad de la masiva llegada de turistas. Los protestantes averiguaron, preguntando por el pueblo (después de buscar a los policías) dónde vive la primera edil, personándose en su casa tanto el sábado como el domingo para exigir una explicación.

Estarlich, que reconoce que los turistas "estaban nerviosos", les atendió cortésmente aunque reclama que la situación no se vuelva a producir porque ella no es la responsable ni la encargada de solucionar el problema. "Yo me pongo en la posición de las personas que vinieron a mi casa porque es mucho dinero pero tienen que entender que hay una serie de señalizaciones que ellos incumplieron y por lo tanto fueron denunciados", explica la edil. Al parecer, algunos de los denunciados decidieron protestar en casa de la alcaldesa porque habían consumido en un local del municipio, recibiendo un ticket que les permitía estacionar en el casco urbano durante unas horas. Sin embargo, no lo pusieron en un lugar visible del vehículo para que los agentes de policía les permitieran el aparcamiento, por lo que fueron sancionados con una denuncia que asciende a cien euros.

La alcaldesa invita a los afectados a que recurran la denuncia (que se gestiona mediante la Mancomunitat de la Ribera Alta) si lo creen conveniente "pero que eviten acudir a su casa porque no es el lugar. Allí había gente que se sintió incómoda. Cierto es que atendieron a razones y se fueron como vinieron", expone la munícipe. El pasado fue el primer fin de semana en el que la llegada de turistas a Antella volvió a ser masiva, además de empezar a aplicarse la ordenanza que restringe el estacionamiento.