El cura que ofició durante años en una iglesia de la Ribera mientras impartía clases en el municipio, y que ha sido condenado a cinco años de prisión, amenazaba a los menores con que irían al infierno si contaban los abusos a los que fueron sometidos durante meses. Los menores silenciaron las vejaciones de que eran objeto porque les atormentaba esa idea y por miedo y vergüenza.

El juez declara probado que existió reiteración y frecuencia en los actos de abuso sexual, en los que el acusado obligaba a que le realizaran tocamientos y les hacía desnudarse, lo que los menores consideraban «repulsivo».

Las víctimas, que declararon en el juicio por videoconferencia, señalaron, según recoge la sentencia, que se sentían «obligados» y que tenían miedo a las consecuencias si contaban los hechos. Uno acababa de cumplir 13 años cuando comenzaron los abusos y otro contaba con 14, aunque la situación se prolongó hasta que cumplió los 15 años. Cuando el párroco acababa con los abusos, siempre les pedía disculpas y les decía que no volvería a pasar.

Durante el juicio, el representante legal del arzobispado alegó que los abusos tenían lugar en la casa del párroco, pero el juez considera que el arzobispado es responsable civil subsidiario porque no llevó a cabo sus deberes de vigilancia del modo adecuado, y «además no eligió a la persona idónea para desempeñar como párroco».

El ex sacerdote ha sido condenado por dos delitos de abusos sexuales continuados y un delito de exhibición de material pornográfico.

Sobre el cura, nacido en Xàtiva en 1977, también pesa la prohibición de acercarse a las víctimas por cinco años y se le inhabilita para el desempeño del oficio de docente, en cualquier centro de enseñanza público o privado, además de una indemnización de cien mil euros, de los que el ahora condenado, que cobraba según su propia declaración unos 2.200 euros mensuales cuando ejercía como párroco y docente ya ha abonado durante la fase de instrucción unos 6.000.

Miedo a una agresión

Los menores también contaron que no relataron lo ocurrido a sus padres porque tenían miedo de que el acusado pudiera pasar a una acción de agresión y que se sentían bloqueados y sólo pensaban en lo que le podía pasar.

Ambos hallaron apoyo cuando contaron entre sí lo que ocurría, ya que uno de los menores decidió preguntarle al otro si le pasaba lo mismo por lo que finalmente acudieron a exponerlo a la madre de uno de ellos, que pidió explicaciones al cura, quien se limitó a pedir perdón sin negar los hechos. Los abusos se prolongaron según la sentencia, desde septiembre de 2009 hasta el mismo mes de 2010.