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Fábrica histórica

El arte de embotellar 125 años de historia

Destilerías Plà lleva siglo y cuarto fabricando de la misma forma brandy y otros licores y vendiéndolos directamente a sus clientes. Y aún así, la empresa sigue abierta

El arte de embotellar 125 años de historia

A las 11.30 horas José Plà (tercera generación) y un empleado beben a besitos un líquido marrón depositado en dos vasos medianos de tubo. José le indica un par de cosas al empleado, mira al periodista y le dice «tu vols provar?». El periodista, que nunca ha sabido decir que no, da un trago a uno de los vasos. El líquido tiene un sabor intenso, agradable, reconfortante. «Acabas de beber un coñac de casi 125 años», le revela José. Con el segundo trago al periodista le entra una sensación de trascendencia histórica. Ha accedido a una máquina del tiempo espirituosa de la que no sabe si saldrá verticalmente.

En la Fábrica de Anisados, Licores y Jarabes de José Plà (así aparece escrito en la fachada de aires modernista) todo parece tener 125 años. De hecho, los tiene el edifico y casi los alambiques que destilan el alcohol. Su célebre Brandy Vell proviene de un gran tonel al fondo de la bodega, escondido entre otros toneles de menor tamaño y apenas un poco menos viejos. Ese gran tonel es la esencia de la destilería, una especie de nave nodriza de la que, con sus consiguientes mezclas, parten las 600 botellas que cada año se comercializan de esta bebida. A ochenta euros la botella. No venden más porque si no se les acabaría agotando ese producto que les hace únicos. «Todos los años, el 15 o 16 de agosto, viene un empresario alemán con su interprete. Coge un vaso, se lo llenamos, bebe y se lleva cinco o seis botellas. Y nos paga cien euros por cada una. Nosotros le decimos que vale ochenta pero él dice que no, que seguro que vale más».

José Luis, que es quien le cuenta la historia del alemán al periodista (que ya ha asumido su estado de ingravidez diagonal) es la cuarta generación de Plà dedicada a este negocio. Es sobrino del tercer José Plà, nieto del segundo (el que consolidó la empresa) y bisnieto del primer José Plà, el hombre que en 1870 montó una destilería en la calle Doctor Romagosa de Valencia con su socio Miguel González, bisabuelo de Esteban González Pons. En 1890 la sociedad se disolvió y Pepe se instaló en Puçol, dónde abrió su propia destilería en medio de unos viñedos. La uva que crecía allí (moscatel) no servía para la fabricación del brandy, así que Pepe la compraba en Tomelloso, en el mismo sitio donde su nieto y bisnieto lo siguen haciendo.

Si el Brandy Vell es el que le da prestigio a la fábrica, el Inmejorable es el que le da popularidad en bares y restaurantes entre Puçol y la frontera con Cataluña. Es el brandy de a diario, el del carajillo y del copazo reconstituyente. Cada lunes José Luis coge su coche y recorre un montón de municipios recogiendo los pedidos. Venta directa, los Plà nunca lo han hecho de otra manera. «Claro que no se bebe tanto coñac como antes „se sincera su tío„, porque ahora tenemos dos enemigos que antes no teníamos: la televisión y los controles de alcoholemia».

Las costumbres alcohólicas han cambiado, y así queda patente en el pequeño museo donde están ordenadas las botellas de los espirituosos que ha fabricado la familia en el último siglo y cuarto. Junto a los brandis, el ron (otro producto carajillero que aún fabrican) el licor de café («nada que ver con el café licor», proclaman), los anises o el «temperante» (una mezcla cuya receta inventó el primer José Pla), en la estanterías descansan bebidas que han desparecido de su catálogo (ginebra, vodka, menta, «beso de novia»...) víctimas de las modas o el poder de las grandes marcas.

Todo es tan anacrónico en Destilerías Plà que al periodista (que a esas alturas de la visita a la bodega ya toma notas en cirílico) casi le sabe mal preguntar por el presente „«no ganamos ni perdemos dinero, pero hacemos lo que nos gusta»„ y por el futuro del negocio. «Mientras mantengamos la calidad, las pequeñas ventas y un producto que no tienen los demás „dice José Luis mirando de reojo el gran tonel de 1890„, el futuro está asegurado».

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