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Grave crisis

La orden religiosa del vidente de Alzira languidece

Solo le rodean once religiosas, cuatro de ellas muy jóvenes, y los seguidores decrecen Ángel Muñoz convalece en el «convento» de Picassent

La orden religiosa del vidente de Alzira languidece

La orden de la Esclavitud del Sagrado Corazón de Jesús, entidad no reconocida por la Iglesia católica, desfallece. Apenas logra remontar la grave crisis que sufre desde que su inspirador, el vidente Ángel Muñoz, tuvo que someterse a juicio acusado de estafa, fraude fiscal y apropiación de dinero y bienes de sus seguidores. Anque fue absuelto, la debilidad de la congregación corre pareja a la del visionario que la creó. Muñoz, según las autodenominadas monjas que le asisten, sigue convaleciente en la segunda planta del antiguo Mas de Reig, transformado en un convento gracias a los donativos de los feligreses.

El complejo está rodeado de una valla que evita miradas indiscretas. El recinto se completa con una extensión de árboles frutales y una pequeña granja. A la derecha de una de las puertas sobresale un monolito de 10 metros de altura coronado por una imagen de Jesucristo con los brazos abiertos. Una de las hermanas de la supuesta congregación, Sor Dolores, admitió hace unos días que el convento sólo acoje ahora a once monjas, cuatro de ellas muy jóvenes. También reconoció que se ha reducido el número de seguidores. «Con el tiempo iremos recuperándonos», aventuró.

Muñoz actúa como sacerdote sin contar con autorización alguna. Todos los días 15 de cada mes se arrodillaba en lo alto de un monte de un paraje próximo a la Murta de Alzira, donde con voz ronca lanzaba mensajes apocalípticos. Instaba a sus seguidores a mirar el sol mientras él aseguraba hablar con la Virgen. Un día decidió erigir un convento. Algunos fieles dieron donativos y otros firmaron préstamos personales con los que adquirieron terrenos en Picassent. «Se compró a petición de la Virgen», precisó el vidente en el juicio.

Según el fiscal, el falso sacerdote adquirió terrenos, apartamentos y pisos en Picassent, Gandia, Valencia y Benaguasil. Al convento de Picassent adhirió decenas de miles de metros cuadrados de campos anexos. Entre 1996 y 1998, se inscribió a su nombre cinco apartamentos en Gandia que revendió. También compró dos viviendas en Valencia a dos mujeres que ingresaron después en su movimiento religioso como internas. También disponía de abundantes joyas y de 30 cuentas corrientes. «Creía que no tenía que declarar nada a Hacienda al ser una entidad religiosa», alegó.

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