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Crisis migratoria en Europa

De refugiado bosnio a vecino de Gandia

Emir, exiliado bosnio que lleva 24 años en la Safor, relata su experiencia y pide solidaridad para el pueblo sirio

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Hoy puede pasear tranquilamente con su familia por el centro de Gandia, pero estuvo al borde de la muerte en varias ocasiones. Emir (45 años) fue uno de los bosnios que sufrieron la represión étnica tras el desmembramiento de la antigua Yugoslavia y formó parte del contingente de los 3.000 refugiados que en 1992 encontraron asilo político en España, huyendo de la Guerra de los Balcanes.

Emir pudo rehacer su vida gracias a la solidaridad de los gandienses, donde recaló, y veintitrés años después convive en el barrio de Benipeixcar con su mujer, Rasima (también de origen bosnio, de 40 años), dos hijas nacidas en España (Ayla, de 14 años, y Alma, de 5) y uno más que viene de camino, ya que Rasima está embarazada de cinco meses. Afortunadamente, tanto los padres de Emir como sus hermanos sobrevivieron a la guerra y siguen residiendo en su pueblo de Bosnia.

Sobre la actual crisis de refugiados sirios, Emir opina que España podría acogerlos, porque a pesar de la crisis, está mejor que en 1992. El relato de Emir es espeluznante. Vivía con sus padres y sus hermanos en Kozarac. Ayudaba al negocio familiar; una carpintería en la que fabricaban, entre otros, puertas y ventanas. «Hasta que estalló la guerra convivíamos pacíficamente musulmanes, católicos y protestantes», explica. Él tenía 21 años.

Pero todo cambió cuando entraron las tropas serbias, en su expansión nacionalista, e impusieron los métodos habituales orquestados por Milosevic de limpieza étnica y expulsión de sus habitantes. «Nos llevaron a un polideportivo y allí nos separaron; las mujeres y niños se colocaron a la derecha, los hombres jubilados a la izquierda, y los hombres jóvenes, de 18 a unos 60 años, en el centro». Después, empezaron a deportarlos en masa al sur o a repartirlos por los campos de concentración serbios. Emir fue al campo de Trnopolje, donde fue testigo de torturas, violaciones y asesinatos. Señala que aquello no distaba mucho de lo que hicieron los nazis en Auschwitz. «Cualquier excusa valía para pegarte una paliza». Se alimentaba „cuando le daban de comer„ de sopa de patatas. «Entre junio y octubre perdí 40 kilos», comenta. En agosto, la existencia de estos campos fue descubierta por los medios de comunicación occidentales.

Trnopolje pasó a manos de la Cruz Roja Internacional a mediados del mes y cerró en noviembre de 1992. A partir de ahí, empezó la evacuación de refugiados. Gandia fue la primera ciudad española en acoger a los bosnios represaliados, llegados directamente de los campos de concentración.

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