Hay vecinos de Castielfabib que sienten envidia cuando ven o leen el anuncio de cualquier empresa de telefonía que prometen la fibra óptica de 300 megas. Otros se parten de risa. Todo porque la pequeña localidad del Rincón de Ademuz sufre una especie de incomunicación tecnológica que provoca que sus habitantes a duras penas tengan servicio de teléfono fijo, que una conversación con el móvil sea un milagro o que tener una conexión de Internet de un mega se jalee como disfrutar de alta velocidad.

El alcalde Eduardo Aguilar ya no sabe a quién dirigirse. «Tengo una sensación de impotencia porque me gustaría poder hablar con algún cargo de estas empresas de telefonía para poderle explicar que el siglo XXI no ha llegado a Castielfabib». La autoridad municipal denuncia que este apagón tecnológico puede tener consecuencias graves «si alguno de los vecinos sufre un infarto u otra enfermedad grave porque puede resultarle imposible llamar para recibir asistencia médica urgente. La madre de la anterior alcaldesa se atragantó con un caramelo, llegó a ponerse morada y su hija tuvo muchos problemas con el teléfono».

«A veces llaman los comerciales de estas compañías ofreciendo tecnología 4G para los móviles. Suena a cachondeo cuando prácticamente no tenemos ni cobertura», afirma Aguilar.

El regidor ha decidido enviar una carta a estas compañías para explicarles la situación que padece Castielfabib, aunque «es extensible a la mayoría de la comarca». En la misiva relata que «ya sufrimos el retraso en el avance tecnológico con respecto a nivel nacional, cuando en algunos lugares ya comenzaban a usar la telefonía móvil aquí aun andábamos con centralitas, tal vez como aun existía la tradición del correo ordinario, vamos, la cartería de toda la vida, se veía con otros ojos y no era tal la necesidad del uso del teléfono, aunque acercaba la voz de la familia que hubo de emigrar a las ciudades para poder subsistir».

Aguilar comenta que «si con el tiempo llegó el cable telefónico y dejó de verse los postes de madera con un tendido que consistía en palomillas de porcelana o cristal y dos cables de cobre, con la llegada de la fibra, se ha vertebrado nuestro territorio con autopistas de la información, recorren de norte a sur nuestro pobre y austero suelo. Lástima que solo sea de paso, ninguna localidad que conformamos la comarca del Rincón de Ademuz usa fibra. Seguimos con los mismos cables», señala Aguilar.

«Cables obsoletos que se han deteriorado de tal modo que últimamente ya no hace falta que llueva para quedarnos sin comunicación, los abejarucos con su mala manía de picotear todo, agujeran los postes y los cables, cables que se han quedado pobres en número de pares, y pares que la mitad están inutilizados, con lo que el arreglo de tu avería es la avería del vecino, porque no hay más cables para coger. Ahora es prescindible el mantenimiento, es necesario el cambio de todo el cable, pero no se hace, interponiendo la excusa de que no hay presupuesto o, que en breve se tiene que poner fibra. La fibra está, pero pasa de largo y sin fecha en el calendario para ser activada».

La marginación del mundo rural

El munícipe resume la situación en un «querer y no poder, triste realidad del día a día de las gentes que habitamos en estos bucólicos pueblos del interior, gentes curtidas por el frío y el aire cierzo del norte, pueblos que defendieron su estatus mientras dependía de ellos y de su espada, pero vencidos por el devenir del progreso y la falta de inversión en vías de comunicación, tanto terrestres como telemáticas, y esperando que lleguen solo queda emigrar o ver pasar la vida y esperar la lenta e imparable agonía hacia la despoblación, la muerte y desaparecer».