Los nuevos puertos y también los viejos y milenarios, como el de Dénia, que vivió su mayor esplendor con la exportación de la pasa, tienen alma de bazar. Ya hace años que las nuevas dársenas deportivas mezclan el negocio de los amarres y la náutica con el de la restauración y el ocio. Pero que esa fórmula hiciera camino en puertos históricos parecía más complicado. En Xàbia, por ejemplo, los vecinos han plantado siempre batalla a proyectos privatizadores que pusiera en peligro la esencia marinera de su puerto (ahora varias constructoras han vuelto a la carga). El puerto milenario de Dénia, en cambio, sí ha dado rienda suelta a su vena comercial. La puesta en marcha en 2013 de la estación marítima (la compañía Baleària acudió al rescate y acabó unas obras que iniciadas por la conselleria de Infraestructuras llevaban mucho tiempo empantanadas) fue un aldabonazo. La estación, luego bautizada como Baleària Port, acoge restaurantes y un gran salón de eventos. También es un foco de dinamización cultural.

La firma madrileña Licuas, que es vecina de concesión de Baleària en el Moll de la Pansa (es el gran dique norte proyectado a principios del XX y que se terminó de construir en los años 80), también se ha apuntado a la tendencia de combinar el negocio de los amarres y la náutica con el del ocio y la marcha.

El pasado verano inauguró su segundo edificio en el Moll de la Pansa, que apostaba por la restauración y la noche (cuenta con una discoteca). Y ahora ya tiene muy avanzadas las obras de su tercer edificio, diseñado por el estudio Fenwick Iribarren, el mismo que ha ideado el Nou Mestalla. Estará terminado en marzo. Y acentúa el espíritu de bazar del histórico puerto de Dénia. Ya se anuncia la apertura de negocios de moda, de regalos, de una cervecería y de una heladería. Cuenta con 11 locales comerciales. La empresa creará un aparcamiento para 150 vehículos.

El modelo de puerto-centro comercial se impone en Dénia.