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Abandonada

Una embotelladora a contracorriente en Xàbia

La planta «Mariola», que acogió en los años 70 y 80 la primera industrial del agua en el municipio, está abandonada y se vende por 800.000 euros

Una embotelladora a contracorriente en Xàbia

Xàbia es un pueblo sin industria. Pasó de la agricultura al turismo y la construcción. Al contrario que otros municipios de la comarca, como Dénia con la industria juguetera o Gata y Pedreguer con sus talleres de llata y marroquinería, Xàbia no mostró tentaciones fabriles. De ahí que resulte sorprendente encontrar, rodeada de chalés, una nave de, eso sí, peculiar tipología industrial. Y más asombroso es que los empresarios que la construyeron exploraran un negocio que parecía abocado al fracaso en un pueblo costero y sin manantiales, el de embotellar «agua de mesa».

La nave acogió en los años 70 y 80, cuando Xàbia vivía veranos de gran carestía de agua potable (la que manaba del grifo era salada), una planta embotelladora que llevaba el equívoco nombre de Aguas de Mariola. Sus dueños perforaron un pozo de 30 metros y extrajeron agua de calidad. Tuvieron vista. Construyeron la embotelladora en una partida, la del Cap de Martí, rica en aguas subterráneas, ya que recoge la escorrentía del Tossalet, la Guardia y el Portitxol. En años de lluvias, los barrancos bajan durante meses. A pocos metros, está el antiguo humedal costero del Saladar. El pozo daba con una bolsa de agua que se había filtrado en la piedra tosca (calcárea) y de ahí su pureza.

Sin embargo, la sequía de aquellos años provocó intrusión marina y, prácticamente, todos los pozos de Xàbia acabaron salinizados. Esta embotelladora terminó cerrando a finales de los 80. El agua era un negocio demasiado fluctuante.

Sin embargo, esta planta fue un precedente de la nueva industria del agua. La empresa municipal de suministro, Amjasa, puso en marcha en 2002 una desalinizadora que cada día puede producir 28.000 metros cúbicos de caudal potable. Esa fábrica de agua le costó al ayuntamiento 24 millones de euros. Pero este pueblo, que era el que más sed había pasado en los tórridos veranos de agua salobre, dejaba atrás sus problemas de suministro. Ahora puede vender incluso sus excedentes a los pueblos vecinos.

Mientras, la planta Mariola es una ruina. Está abandonada y a la venta. En distintos portales inmobiliarios, se observa cómo su precio ha ido bajando. Primero se vendía por 1,4 millones y ahora por 800.000 euros. Podría acoger, sugieren las agencias, un hotel con encanto o un balneario. La nave tiene 576 metros cuadrados construidos en dos plantas. Y el pozo aún está ahí. Los anuncios inmobiliarios destacan que bajo la construcción todavía hay un manantial de agua.

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