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Comercio

El Mercat Municipal de Alzira se queda con solo tres paradas abiertas

La nueva ubicación perjudica a los comerciantes porque les aleja del mercado ambulante

El Mercat Municipal de Alzira se queda con solo tres paradas abiertas

La lenta agonía del Mercat de la Vila sigue su curso. Lo que se presentó en su momento como una oportunidad para los pequeños comerciantes de Alzira se ha quedado en poco más que un sueño roto. Los escasos comerciantes que se levantan cada día a abrir su puesto en el recinto se ven en una situación insostenible. No es para menos. El mercado se ha convertido, con el tiempo, en una especie de planta de hospital: vacío y silencioso, donde cada comercio es un paciente, en delicada situación, y ya son muchos los que se han marchado.

Puede parecer exagerado a simple vista, pero no hay más que acercarse al inmueble a echar un ojo y comprobar que el símil no va desencaminado. Muchos puestos cerrados, pocos clientes y un ambiente que entraría en cualquier acepción, pero no en la de un mercado. Se puede comprobar fácilmente, sólo hay que cerrar los ojos e imaginarse cómo es un mercado tradicional. Al abrirlos y ver el Mercat de la Vila la decepción es patente.

El mejor día para visitar el recinto comercial es el miércoles, coincidiendo con el mercado semanal ambulante. Eso y el buen tiempo hacen que haya una mayor afluencia. Lo que se traduce en cuatro o cinco mesas del bar ocupadas y en no más de diez personas comprando en los puestos. Dos carnicerías y una pescadería permanecen abiertas, aunque esta última no lo hace todos los días. Habitualmente también lo está una charcutería, pero por temas familiares está cerrada por un tiempo. Lo cual se convierte en tema de conversación entre clientes y dependientes, todos conocidos. Porque esa es la clave de que los comercios resistan: «Gracias a Dios tenemos nuestra clientela fija, gente que viene a comprarnos todas las semanas», explica Pedro, el carnicero, mientras despacha a una de sus clientas fieles.

Un cambio generacional

No es fácil que un mercado al detalle triunfe hoy en día, pensar lo contrario sería equivocarse. Los supermercados ofrecen el mismo tipo de productos con un horario de atención al cliente mucho más amplio. Por no hablar de los productos precocinados o enlatados, que son el pan nuestro de cada día en una sociedad que vive un ritmo de vida elevado en el que no hay tiempo para pararse a cocinar. Juani, que también regenta una carnicería, sabe muy bien de qué va esto: «La cultura del guiso ha cambiado, a los jóvenes no les interesan los productos frescos que se traen a un mercado», explica. «Hoy, las nuevas generaciones se van a un Mercadona o un Consum y se compran hasta una tortilla de patatas ya hecha o llaman a un chino para que les lleve la comida a casa».

Es un hecho que no necesita de gran investigación para demostrarse, es algo que se ha vuelto tan cotidiano que, a su vez, ha enterrado, casi por completo, la vieja costumbre de ir al mercado a comprar los productos más frescos.

El mercado que no fue

La reubicación del mercado en la Vila, un barrio histórico y emblemático, el sitio al que le tocaba pertenecer, fue una decisión que, a posteriori, no ha sido muy acertada. Todos coinciden en que el nuevo emplazamiento no ha sido el adecuado. «El mercado ambulante debería crecer alrededor de este, sería la única forma de que esto funcionara», explica Pedro.

Por si fuera poco, el inmueble, como sus propios comerciantes destacan, ni siquiera parece un mercado, lo cual no facilita ni favorece la atención del público. Así lo ve Quim, también conocido como «el chef Kim»: «Desde fuera esto no parece un mercado, el propio letrero de la fachada destaca más la Vila que el hecho de que esto sea un mercado».

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