Muchos años después, en plena campaña electoral, el candidato socialista Vicent Zaragozá había de recordar aquel día remoto en que Abelard le animó a bailar la Dansa dels Porrots. Y por eso le prometió que si ganaba las elecciones, volvería a bailarla. El mismo Abelard que le enseñó a él y a su grupo de amigos preadolescentes allá por la década de los 80 a interpretar esta danza antiquísima que, según los más viejos del lugar, viene del tiempo de los romanos. El mismo Abelard que ayer, 6 de agosto, festividad del Santísimo Cristo, ayudó a Vicent Zaragozá a despojarse de su traje gris y corbata negra con los que había asistido a la misa en calidad de alcalde de Silla, y le colocó los correajes y los «punyets». «Tú tranquilo que aún te da tiempo», le aseguraba el maestro mientras el alcalde miraba desconfiado desde su despacho como sus compañeros «porrots» se preparaban para recibir a las camareras del Cristo y al resto de autoridades que salían de la iglesia.

Hacía ocho años que Vicent Zaragozá no bailaba la Dansa dels Porrots. «Lo hice durante veinte años, pero lo dejé por temas de trabajo y la familia. Pero el año pasado, poco antes de las elecciones, me encontré con Abelard y le dije: si salgo elegido alcalde, vuelvo a bailar. Y aquí estoy». Desde junio de 2015 Zaragozá (PSOE) lleva la vara de mando al frente de un cuatripartito. Y ayer, día grande de las fiestas de Silla, cumplió su promesa y cambió la vara por el «porrot» que le prestó su maestro. «Hacer esto hoy es también un reconocimiento al pueblo. Un alcalde tiene que dar las gracias a su pueblo por elegirle y dejarle gobernar. Y la "dansa" es una manera de dar las gracias».

Tras asistir a la misa y cambiarse en su despacho de alcaldía, situado a escasos metros del templo, a las 12.30 horas Zaragozá bajó a la Plaça del Poble con su faldilla, su collar de tela, sus «espardenyes de carreter» y su corona de hojas de laurel. Allí, bajo un sol atronador, le esperaban sus compañeros «porrots» y cientos de vecinos pendientes del desarrollo de este baile ancestral. Formaron en dos hileras los tres grupos (uno de ellos el del alcalde y sus amigos «de toda la vida»), el tabal y la dolçaina hicieron sonar la conocida melodía de «els porrots» y estos empezaron a interpretar ese baile marcial que incluye el «pas militar» y las figuras del «Costat», el «Costat i costat», el «Genoll», la «Barba», el «Braç», la «Navaixa», el «Senyalar», el «Tremolar», el «Pit», el «Bot a la cintura», el «Bot a l'esquena» y el «Empomar».

Al terminar, Zaragozá estaba exhausto y feliz. Se abrazó a sus compañeros, se fotografió con las camareras y se preparó para continuar ejecutando la danza ancestral por las calles de su pueblo. Pero antes, un hombre extemporáneo se le acercó, le entregó una tarjeta y le habló de no sé qué negocio. Zaragozá le miró extrañado pues el hombre no se había dado cuenta de que él no era el alcalde. Él, y al menos durante unas horas, era un «porrot» de Silla. Nada más y nada menos.