Más de 120 kilómetros dentro de un coche, sujeta a los vaivenes de la carretera, que en ocasiones es una autovía y en otras una vía nacional o una simple comarcal, y a los posibles frenazos y volantazos que podía dar el conductor del automóvil. Así viajó una granada de mano cargada, presumiblemente de la Guerra Civil, desde la localidad de Sarrión, en Teruel, hasta Llíria, donde fue entregada el pasado jueves 6 de octubre en el cuartel de la Guardia Civil del municipio edetano.

Pero no es la primera vez que se da una circunstancia parecida en la provincia de Valencia en las últimas fechas. Hace menos de un mes, el 26 de septiembre, otra persona entregó a la Benemérita de Massamagrell una granada de mortero que había encontrado en Valdelinares, también en Teruel. Es decir, el hombre viajó con ella al menos durante 138 kilómetros por carretera.

Son dos acciones peligrosas que pudieron acabar en tragedia de haber detonado alguno de los dos artefactos. De hecho, los miembros del equipo TEDAX (Técnicos Especialistas en Desactivación de Artefactos Explosivos) insisten en que en caso de encontrar algún objeto similar «no deben ser tocados ni manipulados y tampoco deben trasladarse a las instalaciones de la Guardia Civil ni de ningún otro cuerpo de seguridad». El protocolo de actuación exige llamar inmediatamente a un teléfono de emergencias, ya sea el 112 de Protección Civil, el 091 de la Policía Nacional o el 062 de la Guardia Civil, que ya se harán cargo de la situación para que no haya incidentes mayores.

En ambos casos mencionados, el equipo de desactivación de explosivos de la Guardia Civil de Valencia se hizo cargo de las dos granadas para trasladarlas a una zona segura donde destruirlas.

El artefacto encontrado en Sarrión, que fue trasladado a Llíria, era una granada de mano tipo «Ferrobellum» que probablemente se empleó durante la Guerra Civil, según fuentes del Instituto Armado. Mientras, según las mismas fuentes, el explosivo hallado en Valdelinares que llegó hasta Massamagrell era una granada de mortero valero de 500 mm de calibre, que también se utilizaba durante la contienda bélica que azotó España durante la década de los 30 del pasado siglo.

Las dos granadas se encontraban cargadas. Con el estado de deterioro que presentaban después de haber pasado posiblemente más de 80 años a la intemperie, el nivel de peligro que adquiría su manipulación o traslado era muy alto.

No obstante, pese al gran riesgo que asumieron los conductores, ninguna de las dos bombas llegó a detonar en sus trayectos desde Teruel hasta Valencia y no ha habido que lamentar ningún accidente.