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Dos Valencias ferroviarias

El lento AVE de los humildes

Los usuarios de la línea regional València-Cuenca-Madrid exigen mejoras en un tren que tarda siete horas en recorrer 300 kilómetros y suma deficiencias, averías y retrasos

El lento AVE de los humildes

Jueves 23 de febrero. 6,38 horas. Diez personas inician su viaje en el tren regional que une València-Cuenca-Madrid. Un funcionario con plaza en Requena desde hace un mes, un empleado de la construcción que trabaja en Chiva, un jubilado de 82 años natural de Cuenca, otro trabajador que tiene que acudir puntual a una fábrica de Cheste, y un gestor y una empleada doméstica que tienen una audiencia en el juzgado laboral de Cuenca. Los dos que faltan para completar los diez únicos usuarios de un tren con plaza para 200 personas son los encargados de realizar este reportaje.

A las 10 horas está prevista que una comitiva de la CGT, de políticos y representantes de los diferentes municipios que une este tren regional hagan lo propio y se suban a otro convoy similar al que a primera hora de la mañana han cogido los comunes mortales. ¿El objetivo? Realizar un acto reivindicativo en Cuenca para exigirle al Ministerio de Fomento más inversión en una línea que se muere cada día. Que lleva años muriendo. No es rentable, dicen. Renfe asegura que pierde casi 35 euros por cada viajero que toma ese tren. No tiene usuarios. Mentira. Sí los tiene, pero no llevan traje y corbata. Son trabajadores, parados, jubilados y estudiantes y se van subiendo y bajando del tren a lo largo de todo el trayecto. No pueden dormirse, ni echar una cabezadita. En este tren centenario, no hay monitores ni señales acústicas que adviertan cuál es la siguiente parada. Tampoco la que acaba de pasar, así que hay que estar atentos y bien despiertos. Aunque el sol no haya despuntado.

Al tren lo llaman «el borreguero». Los usuarios afirman que no hay definición mejor para un tren lento, con excesivo movimiento, que traquetea por unas vías en un estado «lamentable» y que, en muchos puntos impide circular a más de 20 kilómetros por hora. Hace décadas el mismo trayecto se realizaba en 5 horas. Hoy, en 7 (que nunca son 7), para recorrer 300 kilómetros. Las quejas se repiten. Entre Camporrobles y Cuenca se mueve «que da miedo». Pocos horarios, demasiadas averías y retrasos excesivos. El perfil de los usuarios también se repite. Gente humilde, con pocos recursos y mucha paciencia. Usuarios con un poder adquisitivo medio-bajo y habitantes del medio rural. Personas que nada tienen que ver con los usuarios del AVE, ese tren que da servicio a las clases medias y medio-altas de Madrid y València, dos grandes capitales conectadas a velocidad de infarto. Sin embargo, las fechas cuadran y con la llegada del AVE llegó el olvido del viajero de ferrocarril de toda la vida. El AVE se quedó con la inversión. Para «el borreguero» comenzó el principio del fin.

«Lo peor de este tren son los retrasos y se producen por averías. A diario hay problemas. A la ida aún, pero a la vuelta se puede demorar hasta una hora o más. Si a eso le sumas que se eliminaron trenes y se redujeron los horarios... Lo llaman el ´borreguero´ y con toda la razón porque parecemos borregos encerrados. Somos pocos usuarios, es cierto, pero tal vez seríamos más si la línea no fuera tercermundista», afirma Javier López, que inicia el trayecto en la estación de San Isidro y tiene su parada en Utiel. María Victoria Herráez espera en la estación de Camporrobles la llegada de un tren con deficiencias que conoce bien, muy a su pesar. «El billete cuesta casi 9 euros y creo que es un precio razonable para viajar en mejores condiciones. Tardamos dos horas y media, como poco, en llegar de Camporrobles a València. Es decir, un trayecto de poco más de una hora en coche. Pero claro, ¿quién coge este tren? Pues quien no tiene otro remedio porque es un infierno. Muy pocos horarios y demasiados retrasos», explica la mujer, administrativa de profesión, en paro.

Cristina García es de Cardenete y solo coge el tren dirección a València. El recorrido de Camporrobles a Cuenca no lo soporta. Le pueden los nervios. «Ufff... pasas miedo. Mucho movimiento en un tren que va muy despacio con barrancos a los lados... No te sientes seguro y conociendo las averías del tren y el estado de las vías... Prefiero no ir. No me la juego», explica la joven de 33 años.

En 2013, Renfe realizó un plan de racionalización y recortó los servicios de media distancia entre València y Cuenca. El tren que salía de la capital castellana a las 7,35 horas pasó a la historia, al igual que el que salía de la estación de València a media tarde. El servicio se concreta con seis trenes diarios, con tres servicios por sentido, lo que supone una oferta semanal de 42 trenes.

España, a la cabeza en líneas de alta velocidad, hace agua en el regional. Solo hay que subirse a un tren para comprobarlo.

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