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Historias de la línea València-Cuenca-Madrid (I)

Una vida alrededor del tren

Camporrobles, pese a su gran tradición ferroviaria, es el único pueblo valenciano de la línea València-Cuenca-Madrid que no está incluido en las Cercanías

Una vida alrededor del tren

El entorno de la estación de Camporrobles, de corte tradicional, aún refleja la fuerza que tuvo allí el ferrocarril. Una hilera de casas bajas dan hogar a antiguos trabajadores ferroviarios en la calle de la Estación. La emblemática grúa de Camporrobles, que la movilización del pueblo evitó que Adif se la llevara a un museo de Cataluña, y una antigua báscula reconcomidas por el óxido sobre el metal por culpa del paso del tiempo preceden al muelle donde el gobierno local de Camporrobles quiere ubicar en el futuro su museo del tren. Al otro lado de las vías, el paisaje muestra un amplio llano repleto de viñedos y almendros. Ahora, tan solo una veintena de usuarios de la línea regional València-Cuenca-Madrid emplean esta parada, pero hubo una época en que esa misma estación, que fue inaugurada en 1947, daba vida a todo un pueblo.

A escasos 100 metros de las vías de la estación de ferrocarril de Camporrobles vive Urbano. Tiene 78 años y ha trabajado toda la vida como ferroviario hasta que se jubiló en 1999, cuando tenía 60. Junto a su esposa, María del Carmen, escucha pasar todos los días los únicos seis trenes que surcan esos hierros. Tres con sentido a Cuenca y otros tres a València.

«Aquí trabajábamos hasta 27 personas. Pasaban trenes regionales, pero con horarios buenos, además de otros de mercancías que llevaban gasolina, leña, vino, resina, trigo, abono, ganado...», relata Urbano. Ahora sólo hay un jefe de estación, que sigue dando la salida con su banderín rojo para que el tren continúe con su periplo. «La línea ahora es un desastre, las vías y las traviesas están muy mal», denuncia.

Pero Urbano no le achaca el principal problema de la línea a la infraestructura: «Los trenes se vienen vacíos por la noche, pero no tiene la culpa la gente, sino la organización. Los horarios están muy mal puestos». Sólo tres trenes van de Camporrobles a València diariamente. El primero está programado a las 11.09, el segundo a las 17.21 y el último a las 21.11. «Más que trenes hacen falta mejores horarios. Si alguien tiene que ir al médico al Hospital de Requena no puede llegar a las 12. No te sirve de nada. O cojo un taxi o me tiene que llevar un familiar en coche», advierte Urbano.

Precisamente esa es la principal reivindicación de los vecinos de Camporrobles: que el tren salga a una hora adecuada para llegar a la consulta del médico de Requena. Sobre todo, con una población ciertamente envejecida. «Aquí hay mucha gente mayor que cogía el tren a las 9 para ir al médico a Requena. Al pueblo lo han hecho polvo quitando ese tren», denuncia José, de 73 años, que pasea cerca de las vías del tren para ver pasar el ferrocarril de las 11 mientras disfruta del paisaje y la tranquilidad que otorga el único sonido del canto de los pajaros.

«Los mayores no tienen coche. La salvación la tenía el tren y nos lo están quitando», reivindica. «Este era un pueblo muy vinculado al tren. Aquí venías a la estación y estaba todo lleno de gente, ahora hay dos, uno o ninguno», explica José. «Hasta paraba un Talgo», añade. «Lo que más ha perjudicado es el cambio de hora», insiste Francisco, que con 82 años también ha salido a dar una vuelta junto a la estación. «Si lo metieran en las Cercanías seguro que mejoraría. Total, si llegan hasta Utiel, ¿qué cuesta que metan a Camporrobles?», se pregunta.

«Hace dos o tres años cambiaron el horario», explica María Ángeles, que con 33 años vive en una casa que se emplaza justo donde antiguamente sus abuelos abrieron el bar de la estación. En la pared aún resiste el rótulo que lo atestigua. «Lo mantengo y me gusta. Aunque reforme la casa, se quedará ahí», afirma. Ese no es el único punto nostálgico que muestra María Ángeles: «Me da lástima. Me fastidia sobre todo por la gente mayor. Me he criado toda la vida aquí y el tren da la vida a este pueblo».

Fidela y Mari Carmen son hermanas. Tienen 53 y 64 años respectivamente y son las dos únicas viajeras que esperaban el pasado viernes a las 11 en el andén para subirse al regional que viene desde Cuenca hasta Camporrobles y tarda dos horas más en llegar a València. «Vamos al dentista pero aprovecharemos para pasar el día», cuentan. En la Estación del Norte les espera la hija de Mari Carmen, que estudia en València y, aprovechando que es viernes, las llevará hasta Camporrobles en coche de vuelta. «Los horarios son fatales. Yo creo que lo hacen aposta para que no cojamos el tren y tengan la excusa para quitarlo. Hasta el revisor nos lo dijo una vez», asegura Mari Carmen.

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