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El despliegue de medios que durante los seis meses de calvario judicial de Camps se ha visto en el PP y el Consell en defensa de la honorabilidad del presidente no ha tenido ninguna traca final de celebración del archivo. El sobreseimiento definitivo decretado por De la Rúa y Ceres no ha transformado en euforia toda la tensión acumulada en este tiempo. La contención en la celebración ha sido la tónica. Se han visto más ataques al PSPV, al sastre José Tomás y a la prensa cuando la causa estaba viva que después del archivo. Quizás porque el presidente Camps y su círculo de colaboradores saben como nadie que el caso no está muerto. Está dormido. La Sala Segunda del TSJ tiene en sus manos despertarlo o enterrarlo.

El jefe del Consell no escondió, obviamente, su alegría, pero lejos de grandes exacerbadas demostraciones públicas, Camps, la alcaldesa Rita Barberá y el vicepresidente tercero Juan Cotino comieron discretamente en un restaurante de un céntrico hotel tras conocer el auto. Arroz meloso con langosta y conversación entre el presidente y quienes son las auténticas muletas en las que se ha apoyado no ya el político sino la persona, los guardianes del alma alicaída de Camps. Queda la segunda parte del partido y, subrayan desde el PSPV, un pronunciamiento del Tribunal Supremo y varias cajas que desprecintar sobre la rama valenciana de la trama Gürtel. Mucha tela que cortar.