Pedro Martínez Arbizu, biólogo marino del Centro Alemán para la Investigación de la Biodiversidad Marina, hizo ayer una pausa en su investigación de la fauna de los fondos abisales de los océanos para dar su primera conferencia en la ciudad que le vio nacer hace 40 años. Lo hizo en las jornadas de actualización científica para el profesorado de Ciencias que organizan el Museu Valencià d'Història Natural y la CAM, donde habló de la vida a 5.000 metros de profundidad.

¿Por qué es importante el estudio de las llanuras abisales?

Porque son muy desconocidas. Si sumamos todas las muestras que se han tomado hasta ahora, vemos que apenas suponen la extensión de un campo de fútbol. Y eso comparado con la superficie de las llanuras abisales -el 50% de la corteza terrestre está a más de 2.000 metros por debajo del mar- es realmente muy, muy poco. Lo que hemos descubierto es que la biodiversidad del fondo del mar es muy grande. Entre el 95 y el 100% de las especies que recogemos son nuevas para el hombre, nunca las ha visto nadie. Eso es lo que nos interesa saber, ¿por qué hay tantas especies allí abajo, en un hábitat que es realmente inhóspito? No hay luz, la temperatura es baja, la presión es muy alta ( 600 atmósferas) y el alimento, la materia orgánica que desciende de la superficie a través de la columna de agua, muy poco.

Resulta difícil entender que allí abajo haya vida.

Sí y de hecho, la cantidad de organismos es muy pequeña, pero, por contra hay un gran numero de especies. Esto quiere decir que cada individuo que encontramos es prácticamente una especie diferente. Nosotros mismos nos preguntamos cómo pueden sobrevivir, porque la mayoría de ellos necesitan de machos y hembras para reproducirse. Una de las grandes incógnitas es cómo se encuentran los unos a los otros en una densidad de organismos tan baja. Son especialistas en sobrevivir en condiciones extremas.

¿Por qué conocemos tan poco?

Se necesitan barcos con cables de hasta 10.000 metros para tomar muestras del fondo, y hay pocos buques oceanográficos con esta capacidad. Además son muy costosos: más de 40.000 euros al día.

¿Y el cambio climático también afecta a estos ecosistemas?

Realmente hay un efecto directo, pues con el cambio climático se altera la producción de materia orgánica en la superficie y de eso dependen los organismos del fondo. Por tanto, los cambios que se están dando también repercuten a 5.000 o 6.000 metros de profundidad.

¿Pero, las profundidades no eran la última frontera virgen?

En el Mediterráneo, en dragas a 4.000 metros de profundidad, cerca de Creta, hemos cogido casi más basura que organismos. Botellas, plásticos, latas... que se han ido acumulando tras 2.000 años de navegación. En otras expediciones incluso se recogieron ánforas, que aunque tienen valor arqueológico, no dejan de ser un impacto que ha dejado la huella del hombre.

Eso es una lección, ¿no?

Sí, una lección que nos dice que ninguna parte del planeta está a salvo de lo que estamos haciendo. Actualmente está prohibido verter residuos nucleares como se hacía antes, pero megaciudades como Nueva York aún arrojan sus basuras al mar, y el agua no tiene fronteras.

¿Hay otras amenazas?

Existen intereses económicos, como la extracción de nódulos de manganeso, que se forman más de 5.000 metros de profundidad y que también contienen cinc, cobalto y níquel, o en la explotación de las fuentes hidrotermales, donde se acumula el oro y el platino... En un futuro próximo las minas marinas para extraer estos minerales serán rentables. Con ello se destruirán áreas enteras, y los sedimentos que se levanten al remover el fondo estarán suspendidos en el agua cientos de años. Por tanto, hay que establecer cuanto antes reservas marinas de la biodiversidad.