?Paco Cerdà

valencia

Alberto empezó a gatear con sólo cinco meses y dijo su primera palabra antes de cumplir medio año. Con un año y medio ya distinguía los seis colores principales. A los dos años y medio sabía contar hasta diez y conocía las letras del abecedario. Y a los cuatro años leyó su primer libro. Es un niño superdotado. Su coeficiente intelectual es superior a 130 (lo normal es 100) y su creatividad y motivación rebasan la de los chicos de su edad. En realidad, Alberto no existe. O mejor dicho: hay 17.500 Albertos en las aulas valencianas -el 2,3% del total-. El 70% de ellos, calculan los expertos, no están detectados. Nadie, ni ellos mismos ni sus padres ni sus profesores, saben que son superdotados. Que necesitan una atención especial porque, de lo contrario, se exponen a fracasos educativos derivados de su desmotivación en el aula.

Para evitar estos fracasos, en primer lugar, hace falta que se identifique a los Albertos de cada colegio. Con ese fin se ha realizado esta semana un curso semipresencial en Valencia para crear especialistas en sobredotación intelectual. Es decir: transformar a profesores y psicopedagogos en cazatalentos. Gente capaz de detectar que detrás de ese pupitre donde siempre aparece una mano levantada con la respuesta en la boca se esconde un niño superdotado. O que detrás del gamberrete de la clase, ese espabilado que no atiende al profesor, hay un alumno con sobredotación intelectual que prefiere ser conocido como el malo de la clase a que lo tachen de empollón.

Junto con José Luis Sánchez, el curso para 52 docentes y psicopedagogos ha estado dirigido por el profesor Agustín Regadera, un experto en superdotados que ha escrito media docena de libros acerca de la sobredotación intelectual y que estuvo 15 años como inspector educativo en la Comunitat Valenciana encargado de la Atención a los alumnos con Altas Capacidades. Regadera explica que en la formación de cazatalentos es básico transmitirles primero qué es un superdotado. "Son chicos exigentes y perfeccionistas; precoces en el aprendizaje; que a veces se aíslan y otras actúan como líderes de su grupo; que son creativos; que tienen una motivación extraordinaria y un compromiso con todo aquello que hacen. En definitiva, que reúnen una alta capacidad analítica, creativa y práctica en la resolución de problemas", afirma.

Para descubrirlos, el profesor tendrá que afinar su capacidad de observación en el aula. Si sospecha que tiene ante él a un joven superdotado, le hará preguntas más difíciles de lo normal para ver el nivel de sus respuestas, y podrá prepararle cuestionarios específicos. Ésa sería la primera criba. A continuación, en la segunda fase para detectar a alumnos talentosos, al alumno se le tendrán que aplicar pruebas psicopedagógicas con tests y cuestionarios específicos.

¿Y qué ocurre si se comprueba que es superdotado? En la Comunitat Valenciana, desde que en 1999 se regularon las condiciones educativas para los superdotados, existen dos posibilidades. Por un lado, adelantar curso hasta un máximo de tres. Es decir: no podría acceder a la universidad antes de los 15 años. Por otro, que le adapten el nivel del curso a sus capacidades. O sea: que siga con los chavales de su edad en el aula pero estudiando contenidos más elevados.

Éstas son las posibilidades legales. Las que lucen en los reglamentos y los comunicados oficiales. Sin embargo, la atención escolar a la sobredotación intelectual sigue "bastante descuidada porque no se destinan recursos suficientes", en palabras del profesor Agustín Regadera. Este curso académico, sólo han adelantado curso entre 10 y 15 alumnos en la Comunitat. Además, todo el programa de la Conselleria de Educación para el enriquecimiento curricular y la atención al alumnado de altas capacidades se ha limitado a 150.000 euros y 25 centros.

"Los superdotados tienen necesidades educativas propias de su condición, como ocurre con los oligofrénicos o los afectados por el síndrome de Down. Y sería una traición educativa haber diagnosticado a los chicos superdotados y luego no poner los remedios educativos adecuados", afirma el autor de Identificación y tratamiento de los alumnos con altas capacidades (editorial Brief).

Un hogar para el cobijo

Los que más desamparados se sienten son los padres de los superdotados, agrupados en la Asociación Valenciana de Apoyo al Superdotado y Talentoso (Avast). El colectivo congrega a un centenar de superdotados y pretende servir como nido-refugio para que estos chavales, que en tantas ocasiones se sienten bichos raros, se junten con sus iguales y compartan inquietudes. Todos ellos se reúnen en la sede una vez cada quince días. Allí aprenden habilidades sociales y autocontrol, reciben clases de inteligencia emocional -uno de sus puntos débiles-, juegan al ajedrez, aprenden matemáticas avanzadas o se divierten con el matlab en la ciencia, un programa de cálculo numérico orientado a matrices. "Son los retos que necesitan para no aburrirse", explica Vicente Gil, presidente de la asociación.

Ése es el peligro que corren en las aulas: aburrirse si nadie detecta que son superdotados. "Esa frustración los suele llevar a la apatía, o bien a ser revoltosos", alerta Gil. De ahí la importancia de formar a cazatalentos en las aulas. Porque de ellos depende que el exceso de inteligencia no acabe arruinando trayectorias académicas, y porque pueden ayudar a que estas mentes extraordinarias puedan gozar de vidas más felizmente prosaicas.