Cuesta descartar por completo el peso del factor cultural en la lacra de la corrupción. El sociólogo valenciano Gil-Manuel Hernández se refiere a «la corta tradición democrática y el largo pasado caciquil de España» para explicar las prácticas corruptas. Y respecto a la condescendencia social de estas prácticas, no pueden obviarse las peculiaridades sociológicas de la «Comoditat Valenciana». Así fue bautizada una falla hace unos años y su trasfondo puede ayudar a entender la falta de respuesta social que ha econtrada la corrupción en Valencia.

«La derecha valenciana —afirma Gil-Manuel Herández— ha fomentado una cultura del conformismo contraria a la rebelión utilizando la fiesta como un factor desmovilizador. Aquí ha reinado el pan y circo. Y gracias a la instrumentalización de la cultura popular, se ha logrado el acriticismo y el conformismo con el poder», añade Gil-Manuel Hernández.

De hecho, hasta ahora ha habido dos convocatorias de manifestación por la corrupción reciente que afecta al PP. A la primera acudieron entre 200 y 1.000 personas, según las distintas fuentes. En la de ayer tampoco se llenaron las calles al grito de «No a la Corrupción».

El también sociólogo de la Universitat de València Rafa Xambó pone el dedo en otra llaga para explicar esta desmovilización. «Nuestra opinión pública es muy precaria, en buena medida porque, desde la Batalla de Valencia, amplios sectores de nuestra sociedad sufren un antiintelectualismo preocupante», dice. Esta falta de referentes, agrega, dificulta la beligerancia social. p. cerdà valencia