­El presidente de la Generalitat, Francisco Camps, trató ayer de cerrar la herida abierta en el PP valenciano tras la traumática y rocambolesca salida de Ricardo Costa con cambios en el partido y en las Corts. Camps echa mano de personas de su confianza para reforzar la cúpula del PP —Antonio Clemente, Alberto Fabra y José Ciscar, serán los nuevos hombres fuertes —, al tiempo que sitúa al conseller de Inmigración y Participación Ciudadana, Rafael Blasco, al frente del grupo parlamentario con el propósito de que actue de revulsivo ante una agenda política que desde hace meses está marcada por el caso Gürtel.

El ajuste, que cuenta con el rechazo del PP de Alicante, no llegará al Consell —el propio Camps reiteró ayer que no piensa remodelar su Gobierno—, por lo que los nombres «contaminados» por el sumario seguirán en la primera línea. De hecho, también continúan en la ejecutiva el vicesecretario de organización del PP, David Serra, y la tesorera, Yolanda García.

Camps confía en que los retoques sometidos ayer a la aprobación del comité ejecutivo regional aplaquen el malestar de la dirección nacional del PP, muy molesta con cómo el presidente ha gestionado el relevo de su ex número dos. El jefe del Consell se resistió durante semanas a sacrificar a Costa en un pulso con la dirección nacional que se saldó el pasado jueves con la decisión de ésta de suspenderle de militancia. Incluso ayer, Camps evitó llevar al comité la propuesta de destitución formal de su ex mano derecha porque, según dijo, era una decisión de la dirección nacional. Sea como fuera, Camps ofrece a Rajoy una reestructuración interna aprobada por la mayoría que permite al líder popular afrontar hoy su reunión de la ejecutiva nacional con la imagen de que ha puesto en orden el partido.

Admitió que había consultado los cambios con Rajoy y aseguró que éste estaba «encantado» con su propuesta. De hecho, horas más tarde, fuentes de la dirección nacional del partido indicaban que Rajoy avalaba los cambios en Valencia porque «ayudan a erradicar la incertidumbre» que se había creado por la falta de respuesta política ante el escándalo político. Las mismas fuentes apuntaban que aunque Rajoy era partidario de que las modificaciones alcanzaran al Ejecutivo, se daba por satisfecho.

La remodelación en la cúpula del PP, sin embargo, no contentó a todos. El jefe del Consell ha conseguido que los presidentes provinciales de Valencia y Castelló, Alfonso Rus, y Carlos Fabra, cierren filas, pero la brecha con el líder del PP Alicante, José Joaquín Ripoll se ahonda aún más. Este, dejó patente su malestar dentro y fuera del comité (votó en contra junto con Mónica Lorente, Marcos Alós y Jorge Sedano) ante unos cambios para los que, se quejó, no ha sido consultado. Y es que la reunión de ayer, en la que hubo ausencias significativas como la del ex ministro Juan Costa o el vicesecretario de Comunicación, Esteban González Pons, fue bastante tensa.

A la intervención de Ripoll, para quien el relevo de Costa no cierra la crisis en el PP, se sumó la amenaza del presidente de la Diputación de Castelló, Carlos Fabra de que los críticos podrían caer de las próximas listas electorales. Camps remató al anunciar que todo aquel que hable fuera de los órganos del partido será expulsado.

En realidad, Camps, cuyo liderazgo ha sido cuestionado por los suyos en las últimas semanas, ha querido dar un golpe de autoridad con una ejecutiva a su medida en la que ha tenido en cuenta la representación territorial, pero en la que sobre todo ha pesado la lealtad. El vicepresidente primero de la Mesa, Antonio Clemente, que sustituye a Costa en la secretaria general, fue uno de los primeros que se puso de su lado en la batalla con Zaplana. Es un hombre cien por cien leal al presidente que ejercerá su cargo a pleno rendimiento. Excepto Costa, de la cúpula directiva no sale nadie; sino que se ensancha con el nombramiento de un vicesecretario general y dos coordinadores.

El ex alcalde de Teulada y delegado del Consell en Alicante, José Ciscar, un destacado campsista en territorio comanche, será el vicesecretario general y llevará el peso de la organización. De él dependerán los cuatro vicesecretarios ya existentes; incluido a Serra, que queda con un papel muy secundario. El alcalde de Castelló, Alberto Fabra, por su parte, será el nuevo coordinador general, de quien dependerán el discurso político del partido y el resto de coordinadores, incluido, el vicepresidente Juan Cotino, a quien Camps introduce en el sanedrín para que haga enlace con el gobierno.

Con el nombramiento de Blasco como portavoz del grupo popular en las Corts, Camps da un golpe de efecto y pone en primera línea a uno de sus consellers más controvertidos, pero también al más combativo. El veterano Blasco no logra entrar en el organigrama —según algunas fuentes Cotino lo ha vetado— pero ve recompensado sus servicios a Camps, sobre todo, en los momentos más complicados.

Fabra: «Las puertas del PP están abiertas para salir o entrar»

El triunvirato que formaron los barones provinciales con el impulso de Génova para forzar al presidente a tomar medidas se acabó ayer por desmoronar. Los tres intervinieron en la reunión, pero solo Ripoll fue crítico. Alfonso Rus, quien en las últimas semanas se había mostrado en privado muy molesto con Camps, habló para mostrarle su lealtad. No ha logrado situar a ninguna persona de su entorno, pero parece darse por satisfecho con el reforzamiento de Blasco, con quien ha hecho alianza. La pirueta política de Fabra es la más significativa. Si hace año y medio, la dirección regional, con Costa a la cabeza, maniobraba para apartarle, ayer el líder de Castelló volvía a convertirse en un puntal de Camps. En su intervención, advirtió a los ripollistas que queda poco para la confección de las listas y que las puertas del PP están abiertas para entrar o para salir. La crisis, al igual que opinó la alcaldesa Rita Barberá, está cerrada.